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Santa Matilde de Ringelheim – 14 marzo

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Santa Matilde de Ringelheim

Biografía




Santa Matilde de Ringelheim nació en el año 895 en la ciudad alemana de Ringelheim. Matilde era descendiente del capitán de los sajones en su larga lucha contra Carlomagno, el célebre Widukind, por ser hija de Dietrich, conde de Westfalia y de Reinhild, de la real casa de Dinamarca. Desde que nació fue educada por su abuela paterna, la abadesa Matilde, que la crió en el convento de Erfut, y permanecerá allí hasta el año 909.

Apenas terminó su educación, sus padres dieron su mano a Enrique, el hijo del duque Otto de Sajonia, así se casó con su hijo a quien llamaban «el cazador».

Tuvo un feliz matrimonio con Enrique, con quién después de 3 años de casados, tuvo a su hijo primogénito, Otto. Justo después del nacimiento del niño, su esposo sucedió a su padre en el ducado. A principios del año 919, el rey Conrado murió sin dejar descendencia y el duque fue elevado al trono de Alemania, así convirtiéndose en el rey de Alemania.

En tanto, Matilde seguía viviendo en la humildad que siempre tuvo, siendo amorosa con sus cortesanos y a sus servidores, sin importar el hecho de ser reina, nunca dejó defraudado a quienes acudieron a pedirle ayuda. Su esposo la apoyaba, y no controlaba sus limosnas, ni se mostraba irritado por sus prácticas piadosas, en cambio siempre él tenía la absoluta certeza de su bondad y confiaba en ella plenamente.

El matrimonio tuvo 5 hijos, Otto, que más tarde sería emperador; Enrique el Pendenciero; San Bruno, posteriormente arzobispo de Colonia; Gerberga que se casó con Luis IV, rey de Francia y Hedwig, la madre de Hugo Capeto.

Después de veintitrés años de matrimonio, el rey Enrique murió de apoplejía, en el año 936. Cuando le avisaron que su esposo había muerto, la reina estaba en la iglesia y ahí se quedó, volcando su alma al pie del altar en una ferviente oración por él. En seguida pidió a un sacerdote que ofreciera el santo sacrificio de la misa por el eterno descanso del rey y, quitándose las joyas que llevaba, las dejó sobre el altar como muestra de que renunciaba, desde ese momento, a las vanidades del mundo.

A pesar de que el rey difunto había manifestado su deseo de que su hijo mayor, Otto, le sucediera en el trono, Matilde favoreció a su hijo Enrique y persuadió a algunos nobles para que votaran por él; no obstante, Otto, resultó electo y coronado. Enrique no aceptó de buena gana renunciar a sus pretensiones y promovió una rebelión contra su hermano, pero fue derrotado y solicitó la paz. Otto lo perdonó y, por la intercesión de Matilde, le nombró duque de Baviera.

La reina Matilde llevó desde entonces una vida de completo sacrificio, vendiendo sus joyas para ayudar a los pobres y era tan buena, que dio motivo a críticas y censuras.

Su hijo Otto la acusó de haber ocultado un tesoro y de mal gastar los ingresos de su corona, le exigió que rindiera cuentas de todo cuanto había gastado y envió espías a vigilar sus movimientos y registrar sus donativos.

Su sufrimiento más amargo fue descubrir que Enrique ayudaba a su hermano en contra de ella para sacarle las donaciones. Llevó el problema con una gran y fuerte paciencia, haciendo notar, con un toque de humor irónico, que por lo menos la consolaba ver que sus hijos estaban unidos, aunque sólo fuera para perseguirla. Ella solía decir esto sobre sus hijos «Gustosamente soportaré todo lo que puedan hacerme, siempre que lo hagan sin pecar, si es que con ello se conservan unidos»

Matilde, para darles gusto a sus avaros hijos, renunció a su herencia, dándosela a sus hijos y se retiró a la residencia campestre donde había nacido.

Pero poco tiempo después de su partida, su hijo, el duque Enrique cayó enfermo y comenzaron a pasar desastres sobre el Estado alemán. El sentimiento de todos era que tales desgracias se debían al trato que los príncipes habían dado a su madre, y por eso se lo merecían. Edith, la esposa de Otto, lo convenció para que fuera a solicitar el perdón a su madre y le devolviera todo lo que le habían quitado. Sin que se lo pidieran, Matilde los perdonó a todos y volvió a la corte, donde reanudó sus obras de misericordia para los pobres. Aunque su hijo Enrique dejó de perseguirla con las donaciones, su conducta continuó causándole gran dolor a Matilde, porque nuevamente se volvió en contra de su hermano el emperador Otto y, posteriormente continuó con maldades. Castigó a sus propios súbditos en Baviera con una gran e increíble crueldad; ni si quiera los obispos escaparon a su cólera.

En 955, cuando Matilde lo vio por última vez, le dijo y le profetizó a su hijo Enrique que moriría próximamente y lo instó a arrepentirse, antes de que fuera demasiado tarde para su alma. Así fue y, al poco tiempo, murió Enrique y la noticia le causó un dolor muy profundo a la reina.

Gracias a que Otto, su otro hijo, la dejó de perseguir por el hecho que su madre mal gastara los ingresos en obras religiosas, pues porqué cuando él fue a Roma para ser coronado emperador, dejó el reino a cargo de Matilde. Entonces emprendió la construcción de un convento en Nordhausen; hizo otras fundaciones en Quedlinburg, en Engern y también en Poehlen, donde estableció un monasterio para hombres.

La última vez que Matilde participó en una reunión familiar fue en el año 965, en Colonia, en la Pascua, cuando estuvieron con ella el emperador Otto «el Magno», sus otros hijos y nietos. Después de este encuentro, se retiró del mundo de la corte, para pasar su tiempo en una u otra de sus fundaciones, especialmente en Nodhausen.

Después de un tiempo se agravó una fiebre que había venido sufriendo por algún tiempo y comprendió que pronto iba a llegar su muerte. Envió a buscar a Richburg, la doncella que la había ayudado en sus caridades y que era abadesa en Nordhausen, para que la reina procediera a hacer una escritura de donación para todo lo que hubiera en su habitación, hasta que no quedó nada más que el lienzo de su sudario. Dijo «Den eso al obispo Guillermo de Mainz (que era su nieto). El lo necesitará primero que yo» Lo dijo porque lo sabía, el obispo murió repentinamente, doce días antes de que ocurriera el deceso de su abuela, acaecido el 14 de marzo de 968.

El cuerpo de Matilde fue sepultado junto con el de su esposo, en Quedlinburg, donde se la venera como santa desde el momento de su muerte.

Santa Matilde de Ringelheim

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