Santa Catalina de Siena
Biografía
Caterina Benincasa, conocida como Santa Catalina de Siena, fue una religiosa italiana. Fue canonizada por el papa Pío II en el año 1461 y en el 1970 fue nombrada doctora de la Iglesia por papa beato Pablo VI. Es compatrona de Italia y Europa.
Catalina nació en Siena, en el barrio de Fontebranda, el 25 de marzo del año 1347, hija de Jacopo Benincasa y de su mujer Lapa Piacenti, última de una numerosa familia compuesta por 25 hijos. Junto a ella nació una hermana gemela, bautizada con el nombre de Giovanna, que murió después de pocas semanas de vida.
Cuándo Catalina alcanzó la edad de doce años, sus padres iniciaron varias negociaciones para concluir una boda ventajosa para la hija. Al principio Catalina semejó estar de acuerdo, pero luego, se arrepintió y declaró expresamente que hizo sus votos a Dios y que no que no quería romper su palabra. Necesitamos sin embargo tener presente que, en el Edad Media, si una mujer quisiera tomar los votos, el único camino era el de entrar en un monasterio y obtener un dote. La joven no tuvo esta posibilidad porque no cumplía los términos requeridos. Pero no cedió nunca en el querer realizar su sueño. Fue «puesta entonces en cuarentena» por su misma familia. Pero un día el padre la encontró en oración y, según la tradición, a tal vista, Jacopo se dio cuenta que la actitud de la hija no provenía de humana ligereza y dio la orden de que nadie más la obstaculizara en su deseo.
Después de la aprobación del padre, Catalina tenía intenciones de entrar en la orden de las Terciarias dominicanas. La joven había recién cumplido los dieciséis años y por lo tanto era demasiado joven para garantizar la perseverancia bajo la regla de la orden. Luego su madre, empujada por las insistencias de su hija, se fue a hablarle a la priora de las «Hermanas de la penitencia de san Domingo», pero obtuvo de ellas un rechazo porque no solían admitir a jóvenes a tomar el hábito, sino sólo viudas o mujeres de edad madura y de buena fama.
Santa Catalina de Siena fue poco después golpeada por una enfermedad: fuertísimas fiebres y duras pústulas le desfiguraron el rostro, haciéndola parecer más anciana y fea de lo que en verdad era. Entonces Catalina rogó a su mamá de ir de nuevo a lo de la priora para decirle que ella podría morir si no lo admitieran en su cofradía. La priora, al sentir aquella afligida imploración, mandó algunas hermanas ancianas a averiguar la situación y de la constancia de los sentimientos de la joven. Las monjas quedaron impresionadas de los rasgos desfigurados de la enferma y del ardor de su deseo de recibir el hábito dominicano. La admisión de Catalina fue aceptada con mención de honor. La buena noticia fue acogida con lágrimas de alegría por la enferma y eso contribuyó a curarla.
Ya entrada a hacer parte de la comunidad, Catalina no tuvo experiencias en la oración, ni en las asambleas y prácticas penitenciales, porque sobre todo las oraciones más básicas eran difíciles para ella. En esa época las oraciones y la misa eran comúnmente en latín, y la joven, salvo el Padre Nuestro y el Ave María, no sabía ni comprendía nada. No sabiendo ni leer ni escribir, le pidió a una hermana más instruida de enseñarle lo suficiente para comprender, pero aprendió nada. Por tres años se aisló de las otras monjas.
Obras de caridad
Santa Catalina de Siena sostenía que asistir a los enfermos y los pobres, que personificaban al Cristo doliente, fuese el modo para encontrar Dios. Son recordados muchos episodios de caridad hacia los pobres y enfermos de parte de la santa, que asistió y curó con amor, aunque muchas veces recibía golpes e insultos. Catalina fue sobre todo activa cerca del hospital de Santa Maria della Scala. Esta institución acogió a muchos pacientes confiados a las modestas curas médicas del tiempo y a la piadosa asistencia de los parientes y de algunos voluntarios. También habían muchos enfermos que nadie asistía. Por lo tanto la santa se dedicó a asistir en particular a este último tipo de enfermos. Esta su actividad duró por meses, especialmente en tiempos de epidemias, entonces muy frecuentes y mortales; su ejemplo empezó a ser imitado por las otras monjas de su hermandad. Catalina de Siena también habría contribuido a la paz de las familias de siena que eran rivales implicados en venganzas.
Toma de votos
En el octubre del 1370 los hermanos de la santa se trasladaron a Florencia y, después de algunos meses de residencia, pidieron la ciudadanía florentina. La familia de Jacopo y Lapa planeaban ir también, pero su madre decidió quedarse con Catalina. Desde entonces Catalina inició a ser acompañada por la «Bella bregada», un grupo de hombres y mujeres que la siguieron, la vigilaron en sus largos éxtasis, la ayudaron en cada momento en las actividades caritativas y también en el cuidado de la gente que venía con ella. Mientras tanto, después del año de prueba, Santa Catalina de Siena tomo los votos religiosos.
Correspondencia
Santa Catalina de Siena inició una actividad de correspondencia, valiéndose de miembros de la brigada a quienes dictaba sus cartas. Escribió unos 380 cartas, durante los últimos diez años de su vida. Este rico epistolario afrontó problemas y temas sea de la vida religiosa que de la vida social de cada clase, y también problemas morales y políticos que interesaban a toda la Iglesia, el imperio, los reinos y los Estados de la Europa del siglo XIV. La santa también escribió a personalidades importantes de la época.
Los estigmas y viaje a Roma
Regresada a Siena desde Florencia, Catalina estuvo empeñada en asistir a los enfermos, golpeados por una de las frecuentes epidemias de aquel tiempo. Mientras tanto dos de sus anteriores discípulos y confesores, trasladados a Pisa, difundieron en aquella ciudad su fama, tanto que Piero Gambacorti, el señor de aquella ciudad, invitó Catalina a Pisa. La santa aceptó aquella invitación y fue durante los primeros meses del 1375.
En un domingo de Ramos, en la iglesia de Santa Cristina, delante de un Crucifijo (hoy en el santuario Cateriniano) Catalina recibió los estigmas, pero por solicitud de la santa eran invisibles a la gente. Empieza a los principios del 1376 a tener contacto con el Papa, a quien ella llamaba el «dulce Cristo en la tierra.» En un año fueron 10 las cartas que ella le dirigió al pontífice. En ellas son tocados todos los temas de la reforma de la Iglesia, empezando por sus pastores, e insistiendo de manera cada vez más obsesiva sobre la vuelta del papa a su sede de Roma.
En el 1375, la república de Florencia, que estuvo en conflicto con el Santa Sede por haber adherido una política antipapista, se encontró en fuertes dificultades económicas. Santa Catalina de Siena fue encargada de hacer de mediadora de paz y perdón. Así la santa tomó camino desde Florencia hacia Francia.
El 18 de junio 1376 Catalina llegó a Aviñón, dónde la esperaban Raimondo y sus compañeros. La religiosa fue recibida por el Papa. Por cuánto concierne a la misión diplomática por la ciudad de Florencia, el comportamiento de los enviados por el gobierno de la ciudad toscana hizo vana la mediación de Catalina. El 13 de septiembre el papa Gregorio XI pasó el puente sobre el Ródano y dejó Aviñón para volver a Roma. Una vez llegado a Marsella el Pontífice continuó el viaje por barco, haciendo parada en Génova. Allí lo pusieron al día de la crisis por la noticia de los desórdenes en Roma y las derrotas de las tropas pontificias por obra de los florentinos. La mayoría de los cardenales insistieron para volver atrás. En este clima de incertidumbre, se cuenta que fue Catalina la que alentó al papa que la voluntad divina lo llamaba a Roma y que Cristo lo protegería, haciéndole retomar el viaje.
Sin embargo graves problemas surgieron cuando el sucesor de papa Gregorio XI fue elegido. Un cisma estalló en la Iglesia a causa de la revuelta de algunos cardenales, en gran parte extranjeros, que declararon no válida la elección de Urbano VI. El 20 septiembre del 1378 eligieron al anti papa Clemente VII, el que fue en fin obligado a huir a Aviñón con los cardenales que lo eligieron. Catalina se alineó a favor de Urbano VI.
Muerte
En la mañana del domingo después de la Asunción, el 29 de abril de 1380, antes del alba, le fue notado en ella un gran cambio, que hizo pensar que se le acercarse su última hora. Su respiración se volvió tan débil que decidieron darle la unción de los enfermos. Durante sus horas de agonía exclamó varias veces » ¡Sangre! ¡Sangre!». Y dulcemente dijo: «Padre, en tus manos encomiendo mi alma y mi espíritu». Murió poco antes de mediodía de aquel domingo 29 abril del 1380.
Canonización
Santa Catalina de Siena fue canonizada por el papa Pío II en el año 1461. En el 1866 el beato papa Pío IX la nombró entre los co-patronos de Roma. El Beato Papa Pablo VI declaró a Catalina Doctora de la Iglesia el 4 de octubre del 1970.
Reliquias
Numerosas son hoy las reliquias atribuidas a Santa Catalina de Siena. Ella fue enterrada en Roma, en el cementerio de la basílica de Santa Maria Minerva. Pero el año siguiente, en el 1381, le sacaron la cabeza para llevarla a Siena como reliquia, y en el 1384 fue llevada en procesión en la basílica de Santo Domingo, dónde todavía es conservada. En la misma basílica es conservado un dedo de Catalina: con esta reliquia es impartida la bendición a Italia y a las Fuerzas Armadas por la tarde del domingo en que se tienen las fiestas internacionales en honor de la santa. Su pie izquierdo se conserva en Venecia. Su costilla se encuentra en el santuario de Caterina en Siena.
La mano izquierda de la santa, que lleva la señal de los estigmas, es custodiada en el monasterio del Santo Rosario de Monte Mario en Roma. Esa parte fue extirpada del cuerpo durante la abertura de la urna en el 1487.
Milagros
Uno de los milagros reconocido por la Iglesia Católica remonta al octubre del 1376, cuando, en la vuelta de la corte papal de Aviñón, pasaron por un pueblo llamado Varazze, y la santa estaba curiosa de conocer los lugares donde nació el Beato Santiago de la Vorágine.
Catalina tuvo una desagradable sorpresa: la ciudad estaba maltrecha y abandonada a causa de la peste que diezmó la población. La santa rogó intensamente por los habitantes de Varazze para que acabara su dolor y los ciudadanos fueron en fin liberados por el flagelo.
Santo Catalina ha sido proclamado patrona de Italia en el 1939 por papa Pío XII, junto a San Francisco De Asís y compatrona de Europa por el papa San Juan Pablo II el 1º de octubre del 1999.