San Marcelino Champagnat
Biografía
Si te ha saltado el corazón, es que seguramente conoces este lema y te recuerdas que cada 6 de junio deja de ser un día más en el calendario y se convierte en la fiesta de una familia, de apellido Marista y de “corazón sin fronteras”. Sí, un 6 de junio de 1840, al canto de la oración de la Salve, en medio de su familia espiritual y como entregándose a los brazos de la Buena Madre, nació a la vida eterna San Marcelino Champagnat, hombre de fe, hombre de Dios, hijo de María y educador de la juventud. Sacerdote, maestro y padre espiritual, pero sobre todo apóstol de Jesucristo, un santo que como otros grandes en la Iglesia, nos enseña que para la construcción del Reino de Dios no existen fronteras.
Marcelino José Benito Champagnat Chirat nació en plena Revolución Francesa, el 20 de mayo de 1789 en el pueblo francés de Rosey, Marhles, hijo de Juan Bautista Champagnat y María Teresa Chirat. Un hecho que marcaría la infancia de este santo y que ayuda a entender su vocación de educador y amor a los niños y jóvenes, es cuando a la edad de 10 años, al empezar a asistir a la escuela, decide no volver nunca más, al presenciar el momento en que un profesor golpea a un alumno en el aula de clases; esta imagen impacta tanto al pequeño Marcelino, que quedará grabada en su corazón a lo largo de su vida, la que dedicará luego a reformar la enseñanza de los niños y jóvenes, algo que para su época era totalmente innovador; San Marcelino dirá a los hermanos maristas “para educar, hay que amar”.
A raíz de ese hecho, la educación de Marcelino seguirá en casa y a cargo de su tía Luisa, quien era monja y que combinaba los momentos de enseñanza con la lectura de la vida de los santos, lo que entusiasma el corazón de Marcelino Champagnat; al mismo tiempo, desde muy pequeño y a medida crece, su madre le inculca el amor y devoción por la Virgen María. La santidad late desde entonces en el corazón de Marcelino, ¡Qué importante y preciosa labor la de la familia en la vocación a la santidad! La semilla que estas dos mujeres sembraron en el corazón de este hombre, hoy ha germinado en una gran obra para la gloria de Dios.
Pero Dios toca a la puerta de los corazones de tantas maneras que el llamado definitivo al sacerdocio para Marcelino llega a través de un sacerdote, a quien Dios utiliza para impulsar la vocación en su juventud, diciéndole “Hijo mío, tienes que estudiar el latín y hacerte sacerdote, Dios lo quiere”; son sobre todo esas últimas palabras, “Dios lo quiere”, las que indicarán a Marcelino el camino de su vida, esa confianza y abandono en la voluntad de Dios, primero en la vocación sacerdotal y más tarde en la obra Marista como tal. Como dato curioso, San Marcelino Champagnat fue compañero del patrono de los párrocos en el Seminario Mayor de Lyon, es decir, de San Juan María Vianney “el santo cura de Ars”.
El impulso definitivo para la fundación de los “Hermanos Maristas de la Enseñanza” en el corazón de Marcelino Champagnat, es cuando, ya siendo párroco de La Valla, le piden asistir a un joven moribundo: El 28 de octubre de 1816, el padre Champagnat acude al lecho de muerte del joven Juan Bautista Montagne, dándose cuenta que dicho muchacho nunca ha escuchado hablar de Dios; Marcelino no podía concebir el porqué ese joven a punto de morir no había escuchado nunca en su vida de Dios. Eso motiva el nacimiento de los Hermanos Maristas de la Enseñanza o como Marcelino les llamó inicialmente, los “Hermanitos de María” (Petits Fréres de Marie), el 2 de enero de 1817. Desde entonces, Marcelino Champagnat y sus Hermanos trabajarían para que nunca más un joven muriese sin haber nunca escuchado hablar de Dios.
Habiendo conocido algunos pincelazos de la vida de este gran Santo, te propongo algunas enseñanzas de la espiritualidad Marista que pueden ayudar a cualquier cristiano a crecer en su fe y fidelidad al llamado de Dios, a mejorar su comunión con la Iglesia y a vivir un verdadero apostolado cristiano, para que también como Marcelino Champagnat puedas tener UN CORAZÓN SIN FRONTERAS:
1. HACER QUE DIOS SEA CONOCIDO ENTRE LOS NIÑOS Y JÓVENES: Decía al respecto “He ahí un corazón creado a imagen de Dios, salvado con la sangre de Jesús y destinado a ser inmensamente feliz; sin embargo, tal vez ese niño ignore esas verdades y nadie se preocupe de enseñárselas”, San Marcelino Champagnat, no solo se preocupó por la educación académica de los niños y jóvenes, sino también por su fe y su experiencia de Dios; si tu trabajas con niños y jóvenes en tu apostolado, en el día a día, toma el ejemplo de este santo y háblales de Jesús, toca sus corazones con la palabra de Dios, que nadie pueda decirte nunca que alguna de esas pequeñas ovejas que el Señor ha puesto a tu cargo, pasaron por su vida sin escuchar nunca el anuncio del Evangelio, que tu corazón lata al mismo ritmo que el de Marcelino y puedas decir con él “No puedo ver a un niño o a un joven sin sentir profundas ganas de gritarle lo hermoso que es vivir y el gran amor que el Padre Dios nos tiene”.
2. “TODO A JESÚS POR MARÍA, TODO A MARÍA PARA JESÚS”: Más que una frase, una regla de vida para San Marcelino Champagnat y todo Marista; es recordar a todo cristiano que el origen y el fin de toda nuestra vida cuando se ha dado un sí de fe es Jesús mismo y que tenemos a una gran intercesora que puede llevarnos siempre a Él, nuestra Buena Madre María. Que nuestras obras son en realidad para la gloria de Jesús, en quien encuentran plenitud todas las cosas; es recordar que todo ha sido puesto bajo los pies del Señor y que justamente, a los pies de Jesús siempre esta María, dispuesta a ayudarnos a “subir” ante su presencia.
3. ACUDIR A NUESTRO “RECURSO ORDINARIO”: ¿Qué es esto?, más bien la pregunta correcta es quién: “Ya sabes a quien hemos de pedir esas gracias, a nuestro Recurso Ordinario. No temamos acudir a Ella demasiado a menudo, pues su bondad es inagotable”; la “Primera Superiora”, el “Recurso Ordinario”, la que “ha hecho todo en nosotros” o como San Marcelino gustaba llamarle “La Buena Madre”, ella, la Virgen María siempre está presente en la vida de los santos, los auxilia y los bendice, los acompaña en su apostolado y consagración de vida. La obra Marista no sería lo que es si no estuviese bajo el amparo de tan gran protectora y San Marcelino lo sabía, de ella nos dirá que “María no se queda con nada: cuando la servimos, cuando nos consagramos a ella, nos recibe para entregarnos a Jesús y llenarnos de Jesús”. María es nuestro “Recurso Ordinario” porque es el “Auxilio de los Cristianos”, Aquella a la que siempre podemos recurrir y Aquella que siempre está dispuesta a librar las batallas de sus hijos.
4. CONSTRUIR SOBRE LA ROCA: Marcelino construyó literalmente sobre roca el edificio del noviciado de Nuestra Señora del Hermitage (Notre Dame de L´Hermitage), trabajando personalmente como albañil y carpintero no solo enseñó a sus Hermanos el valor del trabajo, sino a no dejarse vencer por los obstáculos; los problemas, “las rocas”, son oportunidades para edificar y seguir adelante y no para detenerse, decía el padre Champagnat que “La roca que ha de servir de fundamento a una congregación es la pobreza y las contradicciones. Ahora bien, a Dios gracias, tenemos abundancia de ambas cosas, todo lo cual me da pie para creer que edificamos con solidez y que Dios nos ha de bendecir”; por eso, si hay rocas en tu vida, a ejemplo de éste santo, con la mirada puesta en Dios, edifica y no te detengas, construye y no te desanimes, que la recompensa eterna será grande.
5. FOMENTAR EL ESPÍRITU DE FAMILIA: La Iglesia es la familia de Dios y por eso Marcelino pide no solamente enseñar a los niños y jóvenes conocimientos teóricos, sino fomentar en ellos el “espíritu de familia”; en una familia hay vínculos de amor y comprensión, de mutua solidaridad y crecimiento; decía el padre Champagnat que “Si supiéramos lo mucho que Jesucristo ama a los niños y jóvenes y el ansia con que desea su alegría y su búsqueda del amor que Él les tiene, en lugar de considerar penosa la enseñanza y de quejarnos de lo que nos cuesta, estaríamos dispuestos a sacrificar la vida en este esfuerzo”; por ello, no veas la evangelización como una carga, piensa que trabajas para los hijos de Dios, que eres parte de esa misma familia y que contribuyes a la unidad y el amor entre sus miembros con tu apostolado.
6. BUSCA EL PRIMER PUESTO: Si, leíste bien, busca el primer puesto, pero no a la manera del mundo, sino a la manera de Dios. El primer puesto es estar cerca de Jesús; Marcelino decía a sus Hermanos Maristas que quería que ellos ocuparán siempre el “primer puesto”: El primer puesto junto al portal de Belén, donde está Jesús, sencillo, pobre, hecho carne como nosotros para salvarnos, imitando su sencillez; el primer puesto en la Cruz, donde Jesús se entrega por amor y para cumplir la voluntad del Padre, siendo fiel a lo que Dios nos pide, entregándolo todo incluso hasta que duela; y el primer puesto junto al Sagrario, allí donde Jesús está vivo y realmente presente, haciéndose pan y alimento para nosotros, enseñándonos a ser generosos desde la oración. Resumido en una frase de San Marcelino Champagnat: “No lo olvidemos: Con Jesús lo tenemos todo y sin Jesús no tenemos nada”.
7. HUMILDAD, SENCILLEZ Y MODESTIA: Las 3 virtudes maristas, representadas por las 3 violetas, las que para Marcelino debían ser el distintivo cristiano de la congregación, reflejado ello en la vida y trabajo pastoral de cada uno de sus miembros, buscando agradar siempre a Dios y abandonándose totalmente en sus manos; las virtudes son el camino de la santidad y la santidad es el llamado para todo cristiano que ama a Jesús.
Y si aún con todo lo anterior te preguntas porque se dice de San Marcelino Champagnat que tuvo un corazón sin fronteras, es porque su obra tuvo la visión de trascender hacia cualquier lugar en donde existiera un joven que necesitara conocer de Dios; porque su visión, al igual que la de tantos grandes santos como Don Bosco y Madre Teresa de Calcuta, entre otros, no se limitó a un territorio o un espacio de tiempo; porque su misión tenía la inspiración de universalidad y eternidad; porque Marcelino Champagnat no solo construyó una casa sobre roca para sus Hermanos, sino una familia de amor que trabaja por extender el Reino de Dios; porque el amor y devoción a María, la Buena Madre, a quien consagró su vida y obras trascienden al corazón de todo aquel cristiano que se topa con la espiritualidad Marista; porque a pesar de las adversidades, Marcelino tuvo la visión y la confianza, la fe plena en Dios de seguir adelante con su tarea de enseñar y acercar a los niños y jóvenes a Dios, entregándolo todo por Él.
El corazón de Marcelino Champagnat no tiene fronteras, porque hoy en día la Iglesia entera se enriquece de su obra y legado, de la existencia de las comunidades Maristas alrededor del mundo y del trabajo educativo y pastoral de los Hermanos Maristas en colegios, escuelas y universidades; porque los miembros laicos de la Familia Marista y todo aquel que haya pasado por uno de sus institutos, hacen trascender los valores del padre Champagnat a su vida misma, trabajando en sus comunidades, Parroquias y grupos pastorales e impulsando nuevos proyectos evangelizadores, pero sobre todo animando y acompañando a los jóvenes, mostrándoles ante todo el rostro del amor de Dios.
Y definitivamente el corazón de San Marcelino Champagnat no tiene fronteras, porque yo he sido testigo del trabajo pastoral de tantos jóvenes que fueron educados en una escuela Marista y que ahora le hablan a tantos otros del amor de Dios; no tiene fronteras, porque la espiritualidad Marista también ha llegado al corazón de quien ha escrito estas líneas, enseñándome a amar a María, siendo inspiración y fuente de mi servicio en la pastoral juvenil de mi Parroquia.