San Luis de Francia
Biografía
San Luis de Francia fue un santo rey de Francia. Es el santo del día 25 de agosto entre otros. Esta fue su vida:
Luis nació en Poissy, el 25 de abril de 1214. Cuando tenía 12 años murió su padre, Luis VIII, y por lo tanto fue coronado rey de los franceses bajo la tutela de su madre, la española Doña Blanca de Castilla.
La hermana de su madre se llamaba Doña Berenguela, hijas princesas del rey Alfonso VIII de Castilla. Ambas tuvieron santos hijos reyes, San Luis y San Fernando. Estas madres educaron a sus hijos profundamente en la fe católica.
En el año 1234, bajo el consejo de su madre, contrajo matrimonio con Margarita, la virtuosa hija de Ramón Berenguer, conde de Provenza.
El santo fundó varias abadias, la primera fue la de Royaumont. En 1239, Balduino II, el emperador latino de Constantinopla, regaló a San Luis la «Corona de Espinas» para agradecerle la generosidad con la que había ayudado a los cristianos de Palestina y de otros países de oriente. El santo mandó derribar su capilla de San Nicolás y construyó la «Sainte Chapelle» para depositar ahí la Corona de Espinas.
Llevó a París a los cartujos y les regaló el palacio de Vauvert. Ayudó a su madre a fundar el convento de Maubuisson. Participó en dos cruzadas que no tuvieron gran éxito. En su época era considerado como uno de los caballeros más valientes.
Además San Luis de Francia fundó en París, el hospital de ciegos de Quinze-Vingts («Los Trescientos»), llamado así porque albergaba a trescientos enfermos. Estas fueron algunas de sus tantas obras en su vida como rey.
Recibió los últimos sacramentos, el 24 de agosto de 1270. Murió el 25 de agosto en Túnez. Fue trasladado a Francia y depositado en la iglesia de Saint- Denis, donde estuvieron sus restos hasta que fueron profanados durante la Revolución Francesa. Fue canonizado en 1297.
Es el santo del día 25 de agosto.
Testamento espiritual de San Luis a su hijo
Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello no hay salvación posible.
Hijo, debes guardarte de todo aquello que sabes que desagrada a Dios, esto es, de todo pecado mortal, de tal manera que has de estar dispuesto a sufrir toda clase de martirios antes que cometer un pecado mortal.
Además, si el Señor permite que te aflija alguna tribulación, debes soportarla generosamente y con acción de gracias, pensando que es para tu bien y que es posible que la hayas merecido. Y, si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas.
Asiste, de buena gana y con devoción, al culto divino, mientras estés en el templo, guarda recogida la mirada y no hables sin necesidad, sino ruega devotamente al Señor con oración vocal o mental.
Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos, y ayúdalos y consuélalos según tus posibilidades. Da gracias a Dios por todos sus beneficios, y así te harás digno de recibir otros mayores. Obra con toda rectitud y justicia, sin desviarte a la derecha ni a la izquierda; ponte siempre más del lado del pobre que del rico, hasta que averigües de qué lado está la razón. Pon la mayor diligencia en que todos tus súbditos vivan en paz y con justicia, sobre todo las personas eclesiásticas y religiosas.
Sé devoto y obediente a nuestra madre, la Iglesia romana, y al sumo pontífice, nuestro padre espiritual. Esfuérzate en alejar de tu territorio toda clase de pecado, principalmente la blasfemia y la herejía.
Hijo amadísimo, llegado al final, te doy toda la bendición que un padre amante puede dar a su hijo; que la Santísima Trinidad y todos los santos te guarden de todo mal. Y que el Señor te dé la gracia de cumplir su voluntad, de tal manera que reciba de ti servicio y honor, y así, después de esta vida, los dos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin.