¡Oh Inmaculado Corazón de María, traspasado de dolor por las injurias con que los pecadores ultrajan tu santísimo Nombre y tus excelsas prerrogativas! Aquí tienes postrado a tus pies, un indigno hijo tuyo, que, agobiado por el peso de sus propias culpas, viene arrepentido y llorando, y con ánimo de resarcir las injurias que, a modo de penetrantes flechas dirigen contra Ti los hombres insolentes y malvados. Deseo reparar con este acto de amor y rendimiento, que hago delante de tu amantísimo Corazón, todas las blasfemias que se lanzan contra tu augusto Nombre, todos los agravios que se infieren a tus excelsas prerrogativas y todas las ingratitudes con que los hombres corresponden a tu maternal amor e inagotable misericordia. Acepta, oh Corazón Inmaculado esta pequeña demostración de mi filial cariño y justo reconocimiento, junto con el firme propósito que hago de serte fiel en adelante, de defender tu honra cuando la vea ultrajada y de propagar tu culto y tus glorias. Concédeme, oh Corazón amabilísimo, que viva y crezca incesantemente en tu santo amor, hasta verlo consumado en la gloria. Amén.
Pídanse las gracias que se desean conseguir por intercesión del Inmaculado Corazón de María.
LA DEVOCION AL INMACULADO CORAZON DE MARIA
Lucía, vidente de Fátima, era postulante en el Convento de las Doroteas en Pontevedra, España cuando tiene una aparición de la Virgen sobre una nube de luz, con el Niño Jesús a su lado.
La Santísima Virgen puso su mano sobre el hombro de Lucía, mientras en la otra sostenía su corazón rodeado de espinas.
El Niño le dijo: «Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Está cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas.»
Inmediatamente dijo Nuestra Señora a Lucía: «Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación»
Lucía le habló (a Jesús) de la confesión para los primeros sábados y preguntó si valía hacerla en los ocho días. Jesús contestó: «Sí; todavía con más tiempo, con tal que me reciban en estado de gracia y tengan intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María».
¿Por qué 5 Sábados?
Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: «Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1- Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
2- Contra su virginidad.
3- Contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
4- Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.
5- Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.”
«He aquí hija mía, por que ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación, y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas».