«Como el relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre cuando llegue su Día.»
«El “Reino de Dios”, no viene de manera ostentosa que se pueda percibir con los ojos… En verdad, el Reino de Dios está dentro de vosotros.» (San Juan Casiano).
«Pero antes tendrá que sufrir mucho y será rechazado por esta generación.»
También para que el Reino de los Cielos llegue a nosotros tenemos que purificar nuestra fe en las pruebas. Mantenernos fuertes frente a la tentación. Dóciles al llamado de Cristo. Y confiados en la Divina Providencia.
Por eso cuando estamos seguros de que la mano del Señor dirige nuestros pasos, allana nuestros caminos y mide nuestras cruces, siempre para nuestro bien, es cuando preparamos nuestra alma adecuadamente para recibir el Reino de Dios.
Basta tener una gran fe, porque en las dificultades y sufrimientos vale más el creer que el entender, porque aunque en el momento no lo entendamos así, el Padre Celestial nunca abandona a sus hijos.
Somos nosotros los que nos alejamos de Dios por falta de fe, por aturdirnos en nosotros mismos, con nuestros deseos y pensamientos mundanos.
Somos nosotros los que no perseveramos en la oración, no pedimos con insistencia al Señor que nos aumente la fe.
De nada vale correr de aquí para allá, ir de una Iglesia a otra, peregrinar a este o al otro santuario. El Milagro no ocurre en nuestras vidas por algo que hagamos hacia el mundo. Aún hacia el mundo que rodea la Iglesia.
El milagro llega cuando entramos en el corazón de la Iglesia, en la vida profunda de sacramentos. Y cuando ponemos toda nuestra confianza en Dios, dejando que su Espíritu poco a poco nos vaya inundando.
Allí Dios será como el relámpago. No alcanzaremos con nuestra mirada humana para verlo. Y a la vez no necesitaremos más que mirar en el corazón para encontrarlo.
Entonces el Hijo entregará el Reino al Padre y finalmente Dios será «todo en todos» (1 Co 15, 28).
Preparemos nuestro corazón a Cristo Rey, para que sea sede de su Reino y morada de su Espíritu.
Que el Señor nos de esa suprema Gracia.
GRACIAS SEÑOR POR ESCUCHARNOS,POR LO QUE ME BRINDAS DIÁ A DÍA,TE PIDO BENDIGAS Y PROTEJAS A MI FAMILIA,A LOS ENFERMOS DEL CUERPO Y DEL ALMA, A LOS QUE SUFREN,TE PIDO POR LA PAZ Y LA HERMANDAD,DE NUESTRO PAÍS DEL MUNDO ENTERO