Comentario del Evangelio, San Marcos 7,1-8.14-15.21-23 CATOLICO

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Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres”.

Un caso concreto de la liberación frente a la ley se refiere al problema de las prescripciones concernientes a la pureza y la impureza.

La relación puro-impuro es correlativa a la relación sagrado-profano. Parece que el verbo hebreo “santificar” (consagrar) significaba originalmente “separar”, o sea introducir una escisión entre lo sagrado y lo profano. En esto, el AT comparte, modificándola y purificándola ampliamente, la visión clásica de las grandes religiones respecto a la localización de lo sagrado, según lo cual habría ciertos espacios, ciertas zonas, ciertos ambientes que a priori están ya marcados por la presencia de lo “numinoso” y de lo “tremendo”, mientras que más allá de las fronteras de lo sagrado empieza el ámbito de lo profano. Sin embargo, en el A T lo profano no es necesariamente antisagrado; y por eso, para pasar de una zona impura, aun dentro de los confines de lo sagrado, hay que pasar por un proceso de “purificación”, porque si no se haría uno culpable de sacrilegio.

Ya el judaísmo helenista, aun conservando el antiguo concepto de pureza limitado al rito y al culto, se mostraba claramente inclinado a espiritualizarlo, dando mayor importancia al lado ético y espiritual que al ritual.

He aquí una nueva confirmación de nuestra hipótesis sobre el origen judeo-helenista del segundo evangelio.

A este propósito, Jesús difiere de los mismos profetas y de la propia espiritualidad judeo-helenista. Según él, no basta superar, sublimándolo, el antiguo concepto de pureza ritual, sino que hay que rechazarlo en sus presupuestos fundamentales. Precisamente esta distinción entre una esfera religiosa, divina, de la vida y una esfera cotidiana, que no pertenece a Dios, es totalmente rechazada.

Al afirmar que las “cosas” del mundo no son nunca impuras, sino que lo llegan a ser sólo a través del corazón de los hombres, la comunidad de Jesús ha mantenido la fe en la bondad de la creación frente a una tendencia ascética que miraba de reojo la propia creación de Dios.

En una palabra, Jesús condena lo que podríamos llamar el “automatismo” de la ampliación de la ley, o sea la búsqueda privilegiada de ciertas zonas de refugio (la ley entendida en sentido tradicional) que bastaría alcanzar para sentirse inmediatamente salvos. No hay apriorismos sagrados, o sea no basta que una persona, un lugar, una casa hayan sido consagrados a Dios, para que se hagan automáticamente sagrados e intocables. La única santificación posible viene a posteriori, cuando el hombre libre y conscientemente asume una conducta conforme a la voluntad de Dios.

En otras palabras: no hay nada sagrado o profano, puro o impuro en sí. La creación es    “secular”: puede ser profana y puede ser sagrada. Sacralidad y pureza vienen al hombre y al mundo únicamente a través del canal del dialogo entre Dios y el hombre.