Oh Señor mío y Dios mío, con todo mi amor, y todo mi afecto te deseo recibir, como los santos de todos los tiempos te desearon en la Santísima comunión, y así como ellos que tan agradables fueron ante tus ojos por su mansa apertura a tu Gracia, por el fruto de tu Gracia infinita reflejado en la santidad de su vida, así hoy quiero recibirte con devoción ardiente que me consuma de amor.
Oh Dios mío, amor eterno, todo mi bien, bienaventuranza que nunca se acaba, yo te deseo recibir con muy mayor deseo y mi más digna reverencia que sólo los santos han podido tener y sentir.
Y aunque yo sea indigno de tener todos aquellos sentimientos devotos, más te ofrezco yo todo el amor de mi corazón muy graciosamente, como si yo sólo tuviese ese único e inflamado deseo, el deseo de recibirte; y aún cuanto puede el alma piadosa imaginar y desear, todo te lo doy y ofrezco con humildísima reverencia y con entrañable fervor.
No deseo guardar ninguna cosa para mí, sino sacrificarme a mí y a todas mis cosas a Ti de muy buen corazón y voluntad!!!
Señor Dios, Criador mío, Redentor mío, con tal afecto, reverencia y honor, con tal agradecimiento, dignidad y amor, con tal fe, esperanza y puridad te deseo recibir hoy cómo te recibió y deseo tu santísima Madre la gloriosa Virgen María, cuando al ángel le dijo el misterio de la Encarnación, con humilde devoción respondió:
«he aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra».
Y como el bendito mensajero tuyo, excelentísimo entre todos los santos, San Juan el Bautista, en tu presencia lleno de alegría se gozó con gozo del Espíritu Santo, estando aún en las entrañas de su madre, y después mirándote cuando andabas entre los hombres, con mucha humildad y devoción decía el amigo del Esposo que está con él y le oye, alégrase con gozo por la voz del Esposo.
Pues así, Señor, yo deseo ser inflamado de grandes y sagrados deseos, y presentarme a Ti de todo corazón. Por eso, Señor, yo te doy y ofrezco a Ti los excesivos gozos de todos los devotos corazones, las vivísimas afecciones, los excesos mentales, las soberanas iluminaciones, las celestiales visiones, con todas las virtudes y loores celebradas, y que se pueden celebrar por toda criatura en el cielo y en la tierra, por mí y por todos mis seres queridos que a tu Divina Misericordia encomiendo, para que seas por todos dignamente loado, y para siempre glorificado.
Señor Dios mío, recibe mis votos y deseos de darte infinita alabanza y cumplida bendición: que tan justísimamente te debemos por tu Gracia y Poder y tu inefable grandeza, capaz de cambiarme aún a mi, y hacer de esto poco que soy, otro Cristo en la Tierra.
Esto te ofrezco hoy, y te deseo ofrecer cada día y cada momento, y convido y ruego con todo mi afecto a todos los espíritus celestiales y a todos tus fieles, que te alaben y te den gracias juntamente conmigo.
Te alaben, Señor, todos los pueblos y las generaciones y lenguas, y magnifiquen tu dulcísimo y santo nombre con grande alegría e inflamada devoción. Merezcan, Señor, hallar gracia y misericordia cerca de Ti todos los que devotamente celebran tu Santísimo Sacramento, y con entera fe lo reciben: y cuando hubieren gozado de la devoción y unión deseada, y fueren maravillosamente consolados y recreados, sean dignos en su momento de gozar la mesa celestial, yo les ruego que se acuerden de mí, pobre pecador.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
Extraído y adaptado del Libro la imitación de Cristo de Tomás de Kempis.
Pide una gracia especial a la pequeña florecita….https://t.co/r4DQfbbe6V
— Santa Virgen María (@santavirgenSVM) July 17, 2018