Hoy encontramos a en el Santo Evangelio que los fariseos reclaman un signo a Jesús para poder creer en Él. Y sin duda, en este reclamo que hacen también podemos caer nosotros, cuando nos cuesta creer o mantener la esperanza, y exigimos una señal del cielo.
El mundo en que vivimos reclama signos continuamente: el hombre moderno todo lo quiere ver, todo lo quiere tocar y busca pruebas de todo lo que se le dice.
Como los fariseos conocemos que Jesús curó a enfermos y libró a muchos de tormentos y males. Sin embargo, a veces, no nos basta y queremos tocar, sentir el milagro.
Lo cierto es que, no tenemos que olvidar que el Señor se hace presente hablando bajito, sin hacer espectáculos, sino que nos habla en nuestro interior con un susurro al corazón.
Cristo quiere purificar nuestra intención, nos pide hacer el salto de la fe, confiar en su palabra y entregarnos a su voluntad.
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Es allí donde está, Él es humilde y busca la humildad de corazón, el oído abierto, la oración que no sólo habla, sino que espera una respuesta. Desde la fe sabemos que el Señor de una manera u otro revela su presencia.
La vida en este mundo es un paso, un camino hacia la plenitud de Jesucristo, hacia su segunda venida, pasando por nuestras postrimerías.
Esta generación busca un signo, pero, dice el Señor, no se le dará ningún signo, como no sea el signo de Jonás, es decir, el signo de la Resurrección, de la Gloria hacia la que nos dirigimos.
Pidamos al Señor no quedarnos sólo en pedir en la oración cosas para esta vida, sino también especialmente adorar y agradecer: Jesús resucitado, dame la fe y tu gracia para crecer en el amor, para ser digno de tus promesas.
Creer en Jesús Nuestro Señor nos seguridad firmeza como un niño en sus