El Evangelio de hoy sigue en la línea que veíamos ayer. Cristo manda a sus apóstoles a evangelizar. Es un llamado que llega a todos.
Por eso, dejémonos tocar por la fuerza de Cristo para responder a la única misión que puede dar sentido a nuestras vidas.
Como nos decía San Juan Pablo II “quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo” (Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 3-VI-2001).
Esta propuesta es propiamente el anuncio de la Buena Noticia que se manifiesta de modo particular en nuestra vida evangélica.
También te puede interesar: Impresionantes apariciones de la Virgen en Fátima.
Por eso, es condición abrir el alma a la Palabra de Dios cada día, no sólo para admirarse de lo que nos dice el Señor sino, particularmente, se trata de hacer nuestros los mandatos de Cristo:
» Proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios.»
Recordemos siempre que los Apóstoles persuadieron a las naciones que abrazasen la religión cristiana confirmando la divinidad de la doctrina que predicaban con la fuerza de los milagros, con la santidad de la vida, con la constancia en los padecimientos y con dar por ella su misma vida.
Tenemos el gran cometido de anunciar el Evangelio porque creemos sin lugar a dudas, porque vivimos de él y queremos que otros también lo vivan.
La fe no podemos dejarla fe escondida o relegada a ciertos espacios de nuestra vida. La fe tiene que ser lo central, y si es así, con la Gracia de Dios, daremos frutos misioneros.
Gloria a ti señor Jesús.