Comentario del Evangelio, San Marcos 6, 1-6 CATOLICO

Los que niegan la divinidad de Cristo.

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¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? … Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. 

El episodio que narra el Evangelio, está ambientado en la Nazareth que se negaba a ver la divinidad de ese Jesús al que habían visto crecer entre ellos, y sólo querían ver como a uno más.

Así de la misma manera, hoy, para tantos, es motivo de tropiezo la divinidad de Cristo. Un Cristo al que quieren hacer sólo hombre, sólo un maestro más, o peor aún, un Cristo al que quieren expulsar de la cultura y de los corazones de las gentes.

Es que nuestra cultura moderna se mira al ombligo, reniega de la fe, y se cierra a la revelación divina que quiere atraernos hacia Dios y su salvación.

Por eso se cierra a Cristo, porque rechaza la dinámica de redención de un Cristo que viene a rescatarnos del pecado. Porque este mundo de hoy está sumergido en el pecado. Orgulloso de su pecado, e impermeable a los mandamientos de Dios.

La cultura de hoy ha hecho del pecado mortal una manera de vida habitual y hasta enseñada por los órganos del estado. A lo que antes se le decía aberración y ofensa a Dios, en nuestros tiempos se le dice derecho, y en nombre de estos «derechos» se quiere amordazar a Dios, y esconder a su hijo.

Esta Nazareth de hoy también vive a Cristo como un motivo de tropiezo. Porque Cristo vino a redimir a los pecadores, pero a la vez a apartarlos de su vida de pecado; porque Cristo vino a sanar a los enfermos, pero sin abolir ni una coma de la ley divina.

La ley divina hoy es incómoda para una sociedad que quiere vivir en la inconsciencia, aturdida por pantallas, música, computadoras, entretenimientos superficiales, y se niega al verdadero amor, porque sólo hay amor en el sacrificio, en el postergarse, en el esforzarse, en el darse generosamente como Cristo nos enseñó en su Cruz.

Esta de hoy, es una sociedad que no piensa ni en el Cielo, ni en la eternidad en la que no cree. Una sociedad que no teme al infierno o la condenación de la que se burla.

Una sociedad oscura y vacía, en la que Cristo no está más presente en un lugar central, y a veces es escondido y hasta prohibido. Por ello no ha de extrañarnos la cantidad de familias rotas, de personas sin vocación sumidas en el egoísmo, de abortos y suicidios, de abusos de tóxicos y en general de autodestrucción del espíritu que Dios nos ha dado como su mayor don.

Hoy también Cristo es motivo de tropiezo.

Por ello debemos dar gracias por mantener el don de la fe en este panorama que a primera vista se ve tan sombrío. Debemos mirar atrás de las apariencias, y así ser optimistas, recordando que Dios es omnipotente, y por más que los hombres usen mal su libertad y le den la espalda, Él continúa a enviarnos su Gracia y espera por nuestra conversión.

Sabemos que el Señor es capaz de sacar bien del mal, y que nos ha prometido que no abandonará a su Iglesia hasta el final. Sabemos que desde la misma Cruz Cristo ha vencido a la muerte, y que la mayor injusticia y oscuridad que en su Pasión se ha manifestado, de alguna misteriosa manera, ha hecho y aún hoy hace más visible su luz, multiplicando por la sangre del Señor, la Gracia infinita de Dios.

Pidamos humildemente y con ánimo valiente, que todo esto permanezca en nuestro corazón, y que el Padre del Cielo nos tome fuerte de la mano en medio de la tormenta, para que, como es su Santa Voluntad, no se pierda ni una sola de sus ovejas.

Que así sea.