Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí.
Esta es la puerta que nos lleva al Reino de los cielos, y supone esforzarnos mucho para olvidarnos de nosotros mismos, para dejar que Cristo sea en nosotros.
La dificultad de dejar el orgullo, de practicar este olvido de uno mismo, es lo que hace estrecha la puerta y angosto el camino, porque conlleva una entrega que va contra la lógica del mundo, un camino que sin la Gracia divina estaría totalmente cerrado.
Cristo nos está pidiendo que vivamos las enseñanzas que nos ha dejado mediante el camino de la abnegación. Por ello, debemos pedir cada día, amar más a Dios, y por Él a nuestros hermanos.
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“Por la puerta estrecha que es Cristo debe pasar toda nuestra vida”.
Esto no nos debe desalentar. Debemos recordar siempre que la Santidad es la única verdadera felicidad, y que ser Cristiano, aunque cueste, es el único camino pleno de Salvación.
Sabemos que en el juicio universal se manifestará la gloria de los Santos porque muchos de ellos, que murieron despreciados de los malos, serán glorificados a la vista de todo el mundo.
Pidamos la Gracia de caminar día a día, en el sendero de la luz de Cristo que a todos llama y a todos ilumina, si se dejan guiar.