El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos.
Los discípulos venían discutiendo, sobre quién de ellos era más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”.
Esta es la paradoja de Jesús “que les trastoca su lógica diciéndoles sencillamente que la vida auténtica se vive en el compromiso concreto con el prójimo”.
De modo que como les dijo a ellos, nos dice también a nosotros que “estamos llamados por vocación cristiana al servicio que sirve y a ayudarnos mutuamente a no caer en las tentaciones del servicio que se sirve.
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El servicio es ayudar a nuestros hermanos por amor de Dios descubriendo en ellos Su rostro. Siempre el servicio cristiano debe nacer del amor auténtico que se siente por el Salvador, y del amor y la preocupación por quienes Él no sólo nos da la oportunidad de ayudar materialmente, sino también espiritualmente.
Cuando nos damos de modo desinteresando, el amor se convierte en más que un sentimiento: es el amor de Dios manifestado en nuestras vidas.