Hoy es un día que comienza con tristeza. Hemos vivido el Calvario hasta el final y como todos los que estuvieron allí estamos desconcertados y silenciosos.
Es Sábado Santo, un día de oración junto a la tumba del Señor esperando la resurrección. Es día de reflexión y silencio en espera de la celebración de la Vigilia Pascual.
En el Sábado Santo permanecemos junto al sepulcro del Señor, meditamos su pasión y su muerte y esperamos en oración y ayuno su resurrección.
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Hoy el mundo cristiano calla y vela: es un día para contemplar sin palabras: el altar está despojado, el sagrario, abierto y vacío. Dios ha muerto y ha querido vencer con su propio dolor el mal de toda la humanidad.
Cristo está callado, sólo hay que contemplar su descanso porque «todo se ha cumplido» y sólo resplandece el misterio de la Cruz. Pero junto al silencio, por la fe, investida de esperanza, descubrimos el horizonte último de la Resurrección.
Meditemos en silencio en este día que no es vacuo: Cristo está sepultado y como su Madre María, la Iglesia contempla el misterio.
No olvidemos que nuestro Credo reza un Cristo muerto, sepultado y finalmente resucitado. Con dolor, paz y silencio esperamos nuestra Redención.
Bendiciones en la espera de la Noche Santa de la Pascua.