Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
Por lo que concierne al Señor, esta es la parábola de su propio misterio. Él mismo es el grano de trigo venido de Dios, el grano de trigo divino, que se deja caer en tierra, que se deja romper en la muerte y, precisamente de esta forma, se abre y puede dar fruto en todo el mundo. Ya no se trata sólo de un encuentro con esta o aquella persona por un momento.
Ahora, en cuanto resucitado, es «nuevo» y rebasa los límites espaciales y temporales. Ahora llega de verdad a los griegos. Ahora se les muestra y habla con ellos, y ellos hablan con él; así nace la fe, crece la Iglesia a partir de todos los pueblos, la comunidad de Jesucristo resucitado, que se convertirá en su cuerpo vivo, fruto del grano de trigo.
En esta parábola encontramos también una referencia al misterio de la Eucaristía: él, que es el grano de trigo, cae en tierra y muere.
Benedicto XVI, Visita a la iglesia evangélica luterana de Roma,domingo 14 de marzo de 2010.
Jesús es el mismo grano de trigo que viene de Dios. Él fue enviado por Dios para salvarnos, vino a darnos su vida a cambio de nuestra salvación. Nosotros tenemos que ser como Jesús: tenemos que morir.
Pero morir al hombre viejo que llevamos en nosotros: nuestras malas costumbres, vicios, etc… y poder resucitar a una vida nueva. Mas esta experiencia no se consigue sin un verdadero convencimiento de que sin Dios nada somos.
También debemos prepararnos para acompañar a Nuestro Dios en su Pasión y en su Resurrección por medio de la Eucaristía.
Acudamos al Pan de los ángeles que es el mismo Cristo hecho grano y triturado para quedarse con nosotros hasta el fin del mundo.
No podemos dejarlo solo después de experimentar su amor en la comunión.
Pidamos la gracia para que este amor sea el impulsor de nuestras vidas y nos lleve a amar a Aquél que murió para darnos vida.
Que así sea.
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— Santa Virgen María (@santavirgenSVM) March 18, 2018