ORACIÓN POR LOS ENFERMOS A SOR MARÍA LUDOVICA
Padre, rico en misericordia, que llamaste y elegiste a la Beata María Ludovica, para ser visible en ella tu amor misericordioso por su total consagración a los pobres y a los niños, en los cuales veía a tu Hijo conforme a sus enseñanzas: «el que recibe a un niño en mi nombre a Mi me recibe».
Tú le comunicaste la fuerza del Espíritu Santo para que cumpliera su vocación hospitalaria sirviendo con alegría y sin descanso a los enfermos, pobres y necesitados.
Tú la hiciste una mujer fuerte, piadosa y fiel al Evangelio de tu Hijo en el trabajo cotidiano y en la ofrenda de su quehacer humilde y silencioso como María, Madre de Misericordia.
Te pedimos por su intercesión, alivies y sostengas los corazones afligidos por enfermedades físicas, espirituales y morales.
Concédenos también que por su intermedio alcancemos la gracia que hoy te pedimos para gloria de la Trinidad y de la Santa Iglesia.
Amén.
Beata María Ludovica de Angelis
En Antonina, tal su nombre en el mundo, prendió desde muy joven la llamada vocacional y el 14 de noviembre de 1904, ingresa como postulante en el Noviciado de las Hijas de la Misericordia.
El 3 de mayo de 1906, viste el anhelado hábito de hija de Nuestra Señora de la Misericordia, y sucede el cambio de nombre que significa una ruptura por el pasado. A Antonina le fue impuesto el nombre de María Ludovica.
El 14 de noviembre de 1907 Sor María Ludovica y cuatro religiosas se embarcaron en el vapor Lombardía, que llega a Buenos Aires el 4 de diciembre.
Es destinada a principios de 1908 al Hospital de niños de La Plata, como encargada de cocina, despensa y ropería.
A solicitud del entonces director del Hospital, es nombrada superiora y administradora. Sor Ludovica se convierte en la portavoz de la las necesidades de los niños y de las nuevas exigencias que reclama el progreso.
A ella se le debe la construcción del Solarium San José de Mar del Plata y la Capilla del Sagrado Corazón de City Bell.
Fue una religiosa ejemplar, nunca se dio paz a su incesante actividad a favor de los más desvalidos, los niños enfermos, de sus hermanas de la fe y esa gran familia que era el Hospital de Niños.
Vista desde afuera, sorprende la obra realizada por la Madre Ludovica, pero los que fuimos sus contemporáneos, sabemos que la clave del dinamismo íntimo que dio fuerza a esa mujer aparentemente frágil es Jesús.
El amor de la Madre Ludovica por Jesús se tradujo en una sencilla y continua oración.
Agotadas sus fuerzas y deshecha la salud, volvió a la casa del Señor el 25 de febrero de 1962″.
El Primer milagro
El 18 de noviembre de 2003, el plenario de obispos y cardenales firmó en el Vaticano la autenticidad de un milagro atribuido a la intercesión de la venerable María Ludovica De Angelis: la curación de una niña platense, nacida en mayo de 1988 con una patología congénita conocida como espina dorsal bífida con las vías urinarias, vejiga y riñón severamente deteriorados y los miembros inferiores inmovilizados.
A los dos meses de nacida tuvo que ser operada para colocarle una cánula que posibilitara el funcionamiento parcial de sus vías urinarias. Pero su estado era muy preocupante. Cuando la niña cumplió nueve meses, un tío suyo, médico del Hospital de Niños, le pidió a una hermana de la Misericordia que rogara a la Hermana Ludovica por la curación de su sobrina.
La religiosa le dio entonces las llaves del panteón de la Congregación, donde se encontraban los restos de Ludovica, y le aconsejó que fuera con la niña. Allí acudió la madre de la pequeña junto a su hermano médico y la enfermita, la colocaron en el suelo junto al féretro y rezaron. La niña, que hasta ese momento no podía mover las piernas, se apoyó en el ataúd y se puso de pie. A los veinte meses caminaba normalmente. La familia siguió rezando por otras afecciones que comprometían seriamente su salud.
Cuando tenía cuatro años la sometieron nuevamente a una operación quirúrgica porque era necesario cerrarle la desviación realizada cuando tenía pocos meses de vida, extirparle el riñón que no funcionaba y tratar de reconstruir la vejiga.
Cuando comenzaron a intervenirla constataron que la vejiga se había ampliado y funcionaba normalmente, lo mismo que el riñón que proyectaban extirpar. Todos los estudios determinaron que la curación de esa niña era científicamente inexplicable.
La niña, que se llama Antonella Cristelli, participó, junto con sus padres, el domingo 3 de octubre del año 2003 en la beatificación de la Hermana Ludovica.
“Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, en la ciudad de Roma, centro visible de la catolicidad, la ha proclamado beata, ante el regocijo de la Iglesia universal, y con el legítimo orgullo de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, que miran en ella la realización fiel del carisma fundacional de Santa María Josefa Rosello. La Iglesia argentina, no puede menos que recibir esto como un don y un estímulo para su edificación espiritual y su expansión misionera”.