«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Reproducimos fragmentos de la reflexión del Santo Padre Benedicto XVI sobre el Evangelio que hoy leemos:
«Este conocido episodio del Evangelio de san Marcos (cf. Mc 7, 31-37), es ejemplo de cómo actúa el Señor respecto a las personas enfermas.
Presentan a un sordomudo a Jesús, y él, apartándole de la gente, después de realizar algunos gestos simbólicos, levanta los ojos al cielo y le dice: «¡Effatá», que quiere decir «Ábrete».
Al instante —escribe el evangelista— se abrieron sus oídos y se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente.
Los gestos de Jesús están llenos de atención amorosa y expresan una compasión profunda por el hombre que tiene delante: le manifiesta su interés concreto, lo aparta del alboroto de la multitud, le hace sentir su cercanía y comprensión mediante gestos llenos de significado.
Le pone los dedos en los oídos y con la saliva le toca la lengua. Después lo invita a dirigir junto con él la mirada interior, la del corazón, hacia el Padre celestial. Por último, lo cura y lo devuelve a su familia, a su gente.
Y la multitud, asombrada, no puede menos de exclamar: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos».
Con su manera de actuar, que revela el amor de Dios Padre, Jesús no sólo cura la sordera física, indica también que existe otra forma de sordera de la cual la humanidad debe curarse, más aún, debe ser salvada: es la sordera del espíritu, que levanta barreras cada vez más altas ante la voz de Dios y del prójimo, especialmente ante el grito de socorro de los últimos y de los que sufren, y aprisiona al hombre en un egoísmo profundo y destructor.
Elevemos nuestra oración humilde para que Cristo, a quien vemos en el Evangelio abrir los oídos y desatar el nudo de la lengua al sordomudo, abra tu corazón y te dé siempre la alegría de la escucha de su Palabra, la valentía del anuncio de su Evangelio, la capacidad de hablar de Dios y de hablar así con los hermanos y las hermanas y, por último, el valor del descubrimiento del rostro de Dios y de su belleza.»
Que así sea.