Comentario del Evangelio, San Marcos 7, 14-23 CATOLICO

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la pureza

«Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro.

Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.

Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre». 

Del espíritu de rebeldía de los ángeles caídos nace el mal y el error. Es la soberbia y el orgullo desubicado que no da gracias al Creador. De las inspiraciones del maligno vienen todas las malas intenciones.

De la obediencia y la mansedumbre a la voluntad Divina, se abre el camino de la santidad, cuya puerta es la humildad del que se reconoce a sí mismo como criatura y alaba a su creador.

La redención que viene de Cristo nos libera de la carga del pecado original. Ese pecado de nuestros padres que se dejaron llevar por el tentador que les aconsejó rebelarse contra Dios.

Cristo desde su cruz, volvió a abrirnos la puerta del paraíso, de la vida eterna junto a Dios. Es el misterio de la Santísima Trinidad, de un Dios que es amor, y que nos dice cada día que a pesar de nuestros pecados, está dispuesto a perdonarnos y redimirnos. Sólo nos pide que seamos humildes.

Sabemos que la Santidad no es algo fácil, pero también es lo que nos conviene, lo que necesitamos para dar sentido a nuestra vida.

La única verdadera tristeza es no ser santos. No abrirnos a la Gracia de Dios para que de su mano podamos limpiar nuestro interior para que purificados, seamos dignos de las promesas de nuestro Señor.

Pidamos a la Virgen Santísima, ejemplo excelso de humildad y obediencia, que interceda por nosotros, pidiéndonos las gracias necesarias para nuestra santidad.

Que así sea.