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Comentario del Evangelio, San Lucas 2, 22-40 CATOLICO

«…mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel.»

Cristo Jesús es la Salvación y la luz, Él es Dios y la Gloria de Dios que se manifiesta entre nosotros.

Jesús como hombre nació como parte del Pueblo de Dios, el pueblo de Israel, que fue elegido por el Señor para revelarse a través de él a todas las naciones.

Por eso es que Jesucristo hace todo nuevo y a la vez es síntesis de todo lo que Dios había ya depositado en su Pueblo elegido.

En el plan redentor de Dios, el pueblo de Israel iba a jugar un papel importante. Esto se ve en los contenidos de la Antigua Alianza, que Dios sella primero con Abraham y reafirma con Moisés.

Este papel de Pueblo elegido,que ha tenido Israel, el pueblo judío, debe ser bien entendido. San Pablo en la carta a los romanos nos lo explica con inspirada claridad:

«Entonces, ¿cuál es la ventaja de ser judío?»… «Grande, bajo todo punto de vista. En primer lugar, fue a los judíos a quienes confió Dios su palabra.»

«Es verdad que algunos de ellos no le respondieron, pero ¿hará su infidelidad que Dios no sea fiel? ¡Ni pensarlo!» Carta el Apóstol San Pablo, 3: 1-3).

En estos versículos San Pablo deja claro que Dios mantiene vigente su Alianza hacia el pueblo judío, aún cuando algunos de ellos no le hayan respondido y no hayan reconocido a su hijo Jesucristo como el Mesías prometido.

Aún así las consecuencias prácticas de esta fidelidad son menores en comparación con la Gracia que por la fe en Cristo reciben en adelante todas las naciones que en Cristo se iluminan:

«¿Tenemos, entonces, alguna superioridad?» (pregunta San Pablo, él que era Judío) «Sí y no. Acabamos de demostrar que todos, judíos y no judíos, están bajo el dominio del pecado» . (Carta el Apóstol San Pablo, 3: 9)

«Mediante la fe según Jesucristo Dios reordena y hace justos a todos los que llegan a la fe. No hay distinción de personas, pues todos pecaron y están faltos de la gloria de Dios.

Pero todos son reformados y hechos justos gratuitamente y por pura bondad, mediante la redención realizada en Cristo Jesús.» (Carta el Apóstol San Pablo a los Romanos, 3: 22-24)

«De otra manera Dios sería sólo Dios de los judíos. ¿No lo es también de las demás naciones? ¡Claro que también es Dios de esas naciones!

Pues solamente Él es Dios, quien salva al pueblo judío a causa de su fe y a los otros pueblos cuando llegan a la fe.

¿Creen ustedes que con la fe suprimimos la Ley? De ninguna manera; más bien la colocamos en su verdadero lugar.»  (Carta el Apóstol San Pablo, 3: 29-31)

En este último versículo vemos cómo la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo, no deroga la anterior, sino que la perfecciona, poniendo a la ley de Dios en el lugar que le corresponde.

Bajo la luz de Cristo todo toma sentido. Y es en Cristo donde las naciones y los individuos se iluminan y adquieren la esperanza de eternidad. El anuncio del anciano Simeón se ha cumplido así en la historia de la salvación.

Pero, la venida del Señor también ha sido signo de contradicción para muchos. Para quienes estaban aferrados al egoísmo y la vanidad, a la vanagloria y el poder, a quienes importa más el respeto humano que el temor de Dios.

Hoy también como entonces podemos tomar una u otra bandera. Hay que tomar la decisión si abrir o no la puerta a Cristo que está llamando y se acerca a nosotros a iluminar nuestras vidas.

Pidamos al Señor la Gracia de contarnos entre quienes abren la puerta a esta luz sanadora que el Señor Jesús ha venido a traernos.

Que así sea.

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