«¿Quién tocó mi manto?»… «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad»… «No temas, basta que creas». «… yo te lo ordeno, levántate».
El Señor es la vida y la salud. Estos fragmentos del Evangelio nos lo revelan con claridad.
Debemos tener fe y agradecer cada día a Dios por sus dones. Así abrimos la puerta a la Gracia, al verdadero Dios por quien se vive, por quien tenemos la esperanza de la vida eterna, por quién, en su gran Amor, tiene sentido nuestra vida.
La verdadera vida nuestra empieza en el cuerpo, que debe ser santo, porque es creación de Dios, pero se perfecciona en el Espíritu, que es lo que nos asemeja al creador.
Así, en el espíritu, que es el ámbito de la libertad, el Señor vino a liberarnos, a salvar nuestra alma.
Si Cristo cura a la mujer que toca su manto, y resucita a la niña recién muerta, no sólo lo hace para darles salud y vida en el cuerpo, sino especialmente para redimir el espíritu.
Es que el milagro lo hacer no sólo para que ellas, sino también para los que fueron testigos de este milagro, tanto los testigos directos, como todos los que creyendo en el Evangelio de Cristo, reciben hasta hoy las gracias de la redención de Jesucristo.
Cristo trabaja en el negocio que le ha encargado el Señor, es decir el negocio de las almas, la salvación de cada uno de nosotros.
Por eso si queremos agradecer al Señor por sus dones, la mejor manera es hacer de nuestra parte todo lo posible para salvarnos y para colaborar en la salvación a todos los prójimos que la Gracia de Dios ponga en nuestro camino.
En esa vocación de santidad son de especial ayuda la vida de sacramentos, la misa dominical y en lo posible diaria, la dirección espiritual de un buen sacerdote de buena doctrina y fidelidad a la tradición de la Iglesia, la formación continua en el catecismo de la Iglesia católica, y la realización de los ejercicios espirituales de San Ignacio en lo posible una vez al año.
Estos son fuertes movimientos de nuestro espíritu para acercarse a la Gracia del Señor.
Pidamos con gran piedad y devoción que el Señor nos de la Gracia de querer entrar en estos sus caminos, con humildad y generosidad de espíritu.
Que así sea.
#EvangeliodelDia #30enero ¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".https://t.co/Eq5cfAsEGy
— Santa Virgen María (@santavirgenSVM) January 30, 2018
LA FE DEL CRISTIANO SE HA IDO DEVALUANDO , COMO SI FUESE UN APARATO ELECTRICO , QUE POR MAL USO QUE DEL MISMO HACEMOS SE VA DESVALORIZANDO , UNA FE POBRE .