Jesús está en la región de Gerasa, territorio pagano, por lo tanto, considerado impuro. En las afueras del poblado, en el cementerio, vive un hombre poseído por el espíritu del mal.
De él dice el Evangelio: «Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. «
El Señor Jesús se acerca. El endemoniado es uno que no es dueño de sí mismo, uno perdido en las manos del mismo diablo, y en él, el mal que se ha convertido en su propio enemigo, en lo que lo aleja de Dios, de la luz, de una vida llena.
Jesucristo vino al mundo a combatir el mal que es lo que divide al hombre por dentro y por afuera. En el domino de Satanás todo es vacío y oscuridad.
Cristo llega a nuestra vida para liberarnos de las cadenas del demonio; del orgullo, la sensualidad, la ambición, la envidia, el egoísmo, la violencia, la avaricia y todo lo que nos aparta de la voluntad de Dios.
El hombre y el mundo por sí solos no pueden dominar al diablo. Más hacen por imponerse, más fuerte este se vuelve. Sólo en Dios podremos salir del pozo del orgullo. Sólo en el agua viva de Cristo encontraremos como apagar las llamas que el mal quiere encender en nuestra alma.
Todo hombre no evangelizado está encadenado, no es libre. El evangelio nos invita a acercarnos a toda realidad, y ayudar a toda persona a recuperar la dignidad de los hijos de Dios, haciéndose discípulos de Jesucristo.
Que el Señor nos de su Gracia y nos haga mensajeros de sus caminos de santidad y verdadera salud, que es primicia del banquete celeste al que el Señor nos invita a todos.
Que así sea.
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— Santa Virgen María (@santavirgenSVM) January 29, 2018