«Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios…»
Hoy el fragmento de Evangelio que leemos nos recuerda que Jesús sana y libera.
Sana de todo mal físico o espiritual. Y libera de todo pecado, de toda oscuridad, de toda opresión demoníaca.
Sólo hemos de tener la fe suficiente, y tratar al Señor en oración sincera y humilde.
Él está esperando que lo invitemos a nuestra vida, que llenemos de vida nuestros días en esta tierra, y los transformemos en el pasaje para un viaje sin fin lleno de gozo junto al Señor.
Decía el Santo Padre Pío:
«El demonio es como un perro rabioso atado a la cadena; no puede herir a nadie más allá de lo que le permite la cadena. Mantente, pues, lejos. Si te acercas demasiado, te atrapará.»
Señor aleja de nosotros al maligno y sus insidias. Tú eres toda verdad y vida eterna. En cambio el demonio es mentiroso de desde el principio y homicida. No permitas que pongamos el alma en sus manos, antes aléjalo de nosotros y llévanos a la santidad.
Hoy Señor, te presento todos mis males y te pido cúrame completamente. Te pido, por la Gloria del Padre del cielo, de sanar los males de mi familia y de mis amigos. Haz que crezcan en la fe, en la esperanza y que recobren la salud por la Gloria de Tu Nombre.
La salud física danos Señor, para servirte. Retorna la fuerza a nuestro cuerpo, para que seamos con ella testigos de tu luz y semilla de tu Evangelio. Sólo sirviéndote Señor, es que vale la pena la vida terrenal y la salud.
Señor nuestro y Dios nuestro, te pedimos humildemente, sánanos y libéranos de todo mal, por los méritos de tu Santa Cruz!
Que así sea.