«Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo…
…encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.».
Del fragmento del Evangelio que leemos resalta implícita pero claramente, el reconocimiento de la divinidad Cristo.
Los Magos de Oriente no vienen sólo a rendir honores a un Rey extranjero. Si así fuera al ver la pobreza del niño-rey habrían desistido de dejar sus dones.
Luego los magos manifiestan que vienen a «adorar», es decir a rendir el homenaje que sólo se debe a Dios. Y entre los dones que portan traen «incienso», un homenaje que sólo se le rendía a Dios. Luego frente a Él, y a pesar de su pobreza exterior, se postran, reconociendo su divinidad.
Ya no se trata sólo del Rey de los Judíos. No es sólo el mesías del pueblo de Israel. Es Dios el creador de todo el universo, al que todos los pueblos deben culto y alabanza.
La Iglesia habla de tres momentos de la manifestación de la divinidad de Cristo, o Epifanía.
La fiesta de la adoración de los Magos, del Bautismo de Jesucristo y de su primer milagro (en las bodas de Caná) se llama Epifanía, que quiere decir aparición o manifestación, porque en estos misterios claramente se manifestó a los hombres la gloria de Jesucristo.
Los Magos eran personajes distinguidos del Oriente que atendían al estudio de la sabiduría que, estando en su tierra, habían observado una estrella extraordinaria, y por ella, al tenor de una antigua profecía conocida en el Oriente, entendieron que debía de nacer el Salvador de los hombres, el niño Dios; e inspirados por el mismo Dios, y siguiendo el camino indicado por la estrella, vinieron a adorarle.
Los Magos, al hallar a Jesucristo le adoraron y le ofrecieron oro, incienso y mirra, reconociéndole de este modo por verdadero rey (por lo que le regalan oro), verdadero Dios (le traen por ello incienso) y verdadero hombre (por lo que le portan mirra).
La Iglesia enseña que para celebrar dignamente la fiesta de la Epifanía del Señor, hemos de hacer cuatro cosas:
1ª, reconocer las primicias de nuestra vocación a la Fe, en la vocación de los Magos, que fueron los primeros gentiles, llamados al conocimiento de Jesucristo, y agradecer al Señor el habernos hecho cristianos;
2 ª, pedir a Dios que extienda este gran don de la Fe a los que están privados de él;
3ª, excitarnos al amor de Jesús y determinarnos a seguir con presteza las divinas inspiraciones;
4ª, ofrecerle, a ejemplo de los Magos, algún tributo de nuestra devoción, con la práctica de la limosna, oración y mortificación cristiana.
Que así sea.
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— Santa Virgen María (@santavirgenSVM) January 5, 2018