María modelo de la vida Cristiana

Las claves para imitar a la madre de Dios.

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María modelo de la vida Cristiana

El Evangelio nos presenta en varias ocasiones a María como modelo de discípulo y guía para la vida de cristiana.

Un pasaje clave es aquel que narra el episodio de la mujer que elogia a Cristo llamando dichosa a su madre. El Jesús la corrige y dice : “Dichosos aquéllos que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,27-28)

Aquí está la grandeza de María. Es en el modo en el que María se relaciona con la Palabra de Dios en el que podemos descubrir también nosotros como relacionarnos con la Palabra divina: acogerla, encarnarla, vivirla, profundizarla, rumiarla, hacerla nacer y crecer, dejarnos plasmar por ella, aun cuando no la entendamos o cuando estemos sufriendo.

Es ésta la visión que se deduce de los capítulos 1 y 2 del Evangelio según San Lucas, que hablan de María, la madre de Dios. Así podemos resaltar los fragmentos siguientes:

1. Ev S. Lucas 1, 26-38:

La Anunciación: “¡Hágase en mí según tu palabra!

Nuestra Santa madre es modelo de mansedumbre a la voluntad divina, tanto que en ella la Palabra de Dios es acogida y se hace carne en su divino hijo el Emanuel, Jesucristo nuestro Señor y Salvador.

EL hecho fundamental de ser la Madre del Hijo de Dios supone, desde el principio, una apertura total a la persona de Cristo, a toda su obra y misión.

2. Ev S. Lucas 1, 39-45

La Visitación: «¡Dichosa la que ha creído!”

Nuestra Madre Santísima que sin duda alguna, se confía en la Palabra de Dios que actúa en su vida poderosamente. De su manera de creer podemos aprender mucho.

La santidad ejemplar de la Virgen mueve a los fieles a levantar los ojos a María, la cual brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad de los elegidos: virtudes sólidas y evangélicas, que nos enseñan cómo creer en Dios.

3. Lucas 1,46-56:

El Magnificat: “¡El Señor ha hecho cosas grandes en mí!”

Un canto que llama a la fe en la potencia de Dios y a poner nuestra esperanza en sus manos. María ve en ella como se cumplen «grandes cosas», pero sabe que no son causadas por ella, sino obradas por el Señor.

En María se cumple la plenitud de gracia y de vida sobrenatural, precisamente por su gran humildad y disponibilidad.

La humilde Sierva del Señor es testigo de las maravillas de Dios, del Misterio de la Encarnación, del Misterio Pascual, de su ofrenda amorosa al Padre. María es como un espejo puro, terso, donde se reflejan las maravillas de Dios.

4. Ev S. Lucas 2, 1-20:

El Nacimiento: “Ella conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”

Meditar las cosas significa rumiarlas e iluminarlas con la luz de la Palabra de Dios, para así llegar a entender mejor todo el significado para la vida.

Así fue en la navidad:

«¡Cómo no se maravillaría de ver que iba a ser madre, ella que era virgen, y, llena de alegría, saber que era Madre de Dios! María comprende que en ella se cumplen las promesas hechas a los patriarcas y los oráculos de los profetas.» (San Amadeo de Lausanne)

Así fue en la Resurrección:

«Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cfr. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo». (S.S. Benedicto XVI)

5. Ev S. Lucas 2, 21-32:

La Presentación: «¡Mis ojos han visto tu salvación!”

La visión de los ancianos que llegan a presenciar el cumplimiento de las promesas.

Dichosa aquella Mujer a quien se le ha confiado educar a aquel que protege y alimenta todo, de llevar a aquel que sostiene todo el universo.

Luego el mismo Cristo y Mesías, desde su cruz nos ha entregado a todos los discípulos a su propia madre para que la recibamos en nuestra casa como a madre nuestra.

6. Ev S. Lucas 2,3 3-38:

Simeón y Ana: “Una espada te traspasará el alma”

Ser cristianos quiere decir ser señales de contradicción, y vivir en la mortificación las primicias de la Gloria Eterna.

Inspirándonos en la Virgen debemos estar a los pies de las infinitas cruces donde el Hijo del hombre sigue crucificado, para llevar allí consuelo y redención.

La vida cristiana en su dimensión Mariana alcanza un relieve especial en todas aquellas personas que imitando la vida de María, hacen de su existencia una entrega generosa a la voluntad de Dios y al servicio de los demás.

7. Ev S. Lucas 2, 39-52:

A los doce años: “¿No sabíais que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”

Es María preocupada por el divino tesoro que Dios le ha confiado, y Jesús que ya manifiesta a la Sagrada Familia, con claridad, cuál era su misión.

Dice el concilio Vaticano II, que: «La Iglesia sabe y enseña que todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres … emana del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. María, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta».

Es nuestra Madre amorosa la que intercede por nosotros, en humilde ministerio al Servicio del Plan salvífico de la Santísima Trinidad. ««Compañera singularmente generosa » en la obra de la redención, es nuestra madre en el orden de la gracia.»

Podemos concluir que María es modelo y mediadora, ya que desde el principio se entregó sin reservas a la persona y obra de su Hijo, y de la misma manera luego volcó sobre su Iglesia esta entrega suya materna. Después de la ascensión del Hijo, su maternidad permanece en la Iglesia como mediación materna; intercediendo por todos sus hijos, la madre coopera en la acción salvífica del Hijo, Redentor del mundo.

Así luego de su asunción a los cielos, María desde la comunión de los santos, en unión con el Hijo en la gloria, colabora para la plenitud definitiva del Reino, cuando «Dios sea todo en todas las cosas».