«Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre».
Juan fue un hombre de Dios en todo sentido. Cómo dijo Jesús, fue el más grande entre todos los hombres que precedieron el Reino de Dios que Cristo vino a instaurar.
¿Cuál fue la grandeza de Juan? Su humildad. Él mismo dijo que era necesario que él disminuyese para que Cristo se manifestara. Así se lo mandó Dios, así lo cumplió.
A Juan hicieron padecer, pero él se mantuvo en la verdad. Luego harían padecer al mismo Señor. Juan así también en la pasión fue su predecesor.
Hicieron con ellos lo que quisieron desde el egoísmo, los celos, la envidia y la soberbia que lucha contra la verdad. Pero la verdad triunfó gracias a la humildad.
Sobre este tema reflexiona con gran luz San Agustín:
«En el momento en que Juan fue concebido… el Santo Espíritu había predicho lo que se debía cumplir en él: «Será el precursor del Altísimo, con el espíritu y poder de Elías» (Lc 1,17)…
¿Quién podrá comprender estas cosas? El que habrá imitado la humildad del precursor y conocido la majestad del juez. Nadie ha sido más humilde que este santo precursor.
Esta humildad de Juan es lo que constituye su mérito más grande; hubiera podido engañar a los hombres, hacerse pasar por el Cristo, ser mirado como si fuera Cristo pues tan grandes eran su gracia y su virtud y, sin embargo, declara abiertamente: «Yo no soy Cristo.».»
En estas reflexiones previas a la venida de Cristo, a la celebración de la navidad, se hace recurrente la referencia a la humildad, don divino y clara señal de participación en la divinidad.
Pidamos al Señor cada día la Gracia de ser humildes ante todo, y mantenernos en este espíritu a pesar de las pruebas.
Que así sea.
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— Santa Virgen María (@santavirgenSVM) December 16, 2017