«Desde la época de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo.»
La fe es lucha, es combate. Porque el Reino de Dios es un desierto a través del cual marcha Dios a la cabeza de los desterrados para conducirles a la libertad y esto requiere esfuerzo, lucha y entrega. Con razón Dios se llama a sí mismo «redentor», y ese titulo suena a anuncio de combate.
Sabemos que el maligno sabía que la venida de Cristo al mundo implicaría su derrota. Que su muerte en Cruz y su resurrección abriría el camino de salvación para las almas que él quería perder.
Por ello el maligno combate el Reino de Dios desde sus gérmenes.
Así inspiró a Herodes «el grande», cuando este mandó la matanza de los inocentes para impedir que Cristo fuera Rey, también lo hizo con Herodes Antipas para que mandara matar a Juan el Bautista, porque su predicación preparaba la venida del Reino de Dios.
Fue el maligno el que quiso tentar a Cristo en el desierto. El que intentó generar dentro del mismo grupo de los apóstoles una competencia para ver quién era el más grande.
También el maligno combatió el Reino de Dios despertando la envidia y los celos de fariseos y escribas, hasta llevar al Sanedrín a planear y ejecutar la muerte de Jesús.
Fue Satanás el que en el huerto de Getsemaní quiso tentar a Cristo para que rechazara la copa de la pasión que se le ofrecía. Y fue él el que inspiró a Judas para su traición, atemorizó a Pedro para su negación. Y sembró de dudas el corazón de los apóstoles luego de la Pasión del Señor.
Esta fue y es su lucha violenta contra el Reino de Dios. Siempre obrando violentamente. Siempre buscando despertar el Egoísmo, la vanidad, los celos.
Cristo lo derrotó con la humildad, con la entrega, con la sencillez, con la fidelidad a la verdad… con su Cruz.
Desde la Cruz reina nuestro Señor. Resucita y nos resucita. Debilita a los violentos, y nos enseña que en el Espíritu de Dios está la salvación.
Pidamos la Gracia suprema de saber combatir a los violentos que aún hoy actúan inspirados por el maligno contra su Reino, con las armas del Señor. Todo en la confianza de que Cristo ha vencido ya a la muerte.
Que así sea.
En este día en que rezamos los misterios luminosos, inspirados por el Espíritu Santo a nuestro Santo Juan Pablo Segundo ayúdanos con la oración y la intercesión de nuestra Madre Santísima la virgen María podamos vencer las tentaciones del maligno y esperar que el reino se constituya en la tierra.