«Jesús dijo a sus discípulos: «Estén preparados…»
Y el Señor Jesús repite hoy otra vez a nosotros esta advertencia.
¿Tenemos fe? Que se note. Que nuestra vida sea la de aquellos que teniendo fe, esperan en el Señor.
La vida del discípulo es un antes y un después de nuestro encuentro con Cristo.
Luego de ese encuentro ya nada será igual.
Porque nuestro pasado de pecado y errores seguirá siendo el mismo. Pero ya nosotros no seremos los mismos.
Cristo es la verdad y la vida. Y con Él llega la vida verdadera a nosotros. Vivos en el Espíritu de Dios, seguidores e imitadores de Cristo. Enamorados de Dios y sus caminos de humildad y sanación plena.
Ya el mundo no nos podrá encandilar. Ya la vanidad y el orgullo serán filtrados por el amor y la esperanza en la vida eterna.
Así estaremos preparados. No por nuestros méritos, sino por la Gracia de Dios, que nos llegará como una impresionante experiencia, como algo que deja huella profunda en nosotros.
Tanto que ese estar preparados que para otros parecerá privación y sacrificio, para nosotros será goce en la espera, la que todo lo espera del Señor.
Levantemos entonces la lámpara del amor a Dios y por Él al prójimo, llenémosla del aceite de la sencillez y la confianza en la providencia, y permanezcamos listos a la llamada del Padre, que nos quiere prontos para la vida eterna.
Que así sea.