«Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».
Pero ellos no entendían estas palabras: … no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.»
Nuestra manera de ver las cosas en la vida, es limitada.
Vemos todo desde nuestra dimensión humana, desde nuestra necesidad de alimentarnos, de vestirnos, de tener un lugar donde vivir, de estar seguros frente a a los peligros naturales y las amenazas de todo tipo, de sentirnos reconocidos y acompañados.
Nuestra mirada es necesariamente interesada y reducida al campo de acción que se nos presenta frente a nosotros.
Vivir de acuerdo a la ciencia de Cristo, es la vocación de todo bautizado. Es el llamado a seguir la luz que emana desde su Cruz; una luz tan potente como un rayo capaz de romper toda cadena.
Nuestra fe no será entonces un aceptar los dolores y sufrimientos de la vida por gusto. Ni siquiera será un comprender porqué sucede cada cosa que sucede.
Nuestra fe será muchas veces como esa de los apóstoles, que sin entender creían, que seguían a su Maestro, sin aceptar el destino de pasión y muerte como paso a la resurrección, pero sabiendo que, de alguna manera, en ese Jesús al que seguían se encontraba el camino.
Es esa nuestra naturaleza humana y débil, que se resiste al sacrificio, que está condicionada por los miedos y necesidades humanas por las que cada uno pasa.
Pero por sobre toda limitación, y como decía el apóstol Pablo, cuando somos humildes y aceptamos nuestra debilidad, viene la Gracia de Dios, para que aún no entendiendo, aceptemos la invitación de Cristo, y tomemos nuestra cruz con alegría.
No una alegría masoquista que busca sufrir por el sufrir mismo. Sino una alegría que viene de la esperanza de la resurrección, una esperanza que ilumina nuestro corazón y pone nuestra vista en la vida eterna.
Sólo con esta Gracia empezaremos a entender el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección, que acabaremos de comprender si con esa misma Gracia, nos hacemos finalmente merecedores de las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Así sea.
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— Santa Virgen María (@santavirgenSVM) September 30, 2017