«No se enciende una lámpara para cubrirla».
Somos discípulos misioneros.
¿Cuántas veces hemos escuchado esto en los últimos años?
Cuánto se ha hablado de nueva evangelización, de un nuevo pentecostés para la Iglesia. ¿Y qué es lo que vemos?
Realmente podemos decir con tranquilidad que miles de misioneros católicos hoy dejan su piel en los lugares más inhóspitos y peligrosos del mundo.
También ha sido así por Gracia del Señor desde su venida y dos mil años a esta parte.
Tantos misioneros santos han regado el terreno con su sangre y plantado la buena semilla con la vista puesta en el Cielo y las cosas eternas.
Ese es el brillo al que nos llama el Señor. No un brillo de nuestro nombre personal, de nuestro ego.
Sino el brillo de Cristo que nos llene y traspase y llegue a nuestros prójimos. Dando la vida por amor, y entendiendo que la primera caridad es ayudar a la conversión de vida y a la salvación eterna.
Anónimos en el dar (que una mano no se entere de lo que hace la otra), y espléndidos en el mostrar las maravillas y prodigios que el Señor obra día a día en nuestras vidas.
Que el Señor nos de la Gracia de la prudencia, unida a la valentía y la fidelidad de ser sus testigos misioneros, pescadores de almas.
Así sea.
#EvangeliodelDia #EvangelioDeHoy #25septiembre No se enciende una lámpara para cubrirla…https://t.co/DU7GtuPHNJ
— Santa Virgen María (@santavirgenSVM) September 25, 2017