COMENTARIO DEL EVANGELIO DE HOY

El comentario del padre Daniel al Santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17.

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El Evangelio san Mateo nos guía para ir conociendo mejor Jesús, el Mesías de Dios, y segunda persona de la Santísima Trinidad, para que conociéndolo podamos amarle más y seguirle con todo nuestro ser.

La clave está en las palabras que Jesús pronuncia en su diálogo con el Padre:

“te doy gracias, Padre… porque has revelado esto a la gente sencilla… vengan a mí los que están cansados y agobiados… aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón…”.

Esta frase de Jesús no es una frase de alabanza a los ignorantes y de desprecio de la gente culta.

Jesús sabe muy bien que la ciencia puede y debe ser un instrumento para la alabanza de Dios, para conocer mejor el universo, criatura de Dios, y para el progreso del hombre.

Lo que Jesús critica a los que hacen de su saber humano, la seguridad y la guía última de sus vidas. Osea a los que no dan a Dios el lugar central, sino a los saberes humanos.

Dios ama y se deja amar por los sencillos porque sólo ellos pueden gozar el conocimiento de Dios y de la experiencia de conocerle.

¿Qué debo hacer entonces para ser así? Pedir al Espíritu Santo el don de ser sencillo de corazón.

La auténtica sabiduría del corazón coincide con la mirada de Dios, porque cuando es auténtica lleva a conocer a Dios.

Sólo conociendo a Dios, podremos ver en el hombre la Gloria de Dios que se refleja cuando este le da a su Creador una respuesta positiva al amor Divino que graciosamente nuestro Padre del Cielo nos ofrece.

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Por eso, huyamos de la vana ciencia y pidamos a Dios llenémonos de su sabiduría, que está hecha de humildad, mansedumbre, amor y misericordia.

Pidamos, en cada Eucaristía, ser sencillos, mansos y misericordiosos como el Señor que se hace Pan.

 

Nos puede servir para esto, recordar y repetir siempre esta hermosa y sencilla oración:

 «Señor y Dios mío, yo te entrego todo mi corazón; Santísima Trinidad, dame gracia para bien vivir y para bien morir; Jesús, José y María, en sus manos encomiendo el alma mía.»

Bendiciones