El Santo Evangelio de hoy encontramos esa contrariedad que tienen hacia Jesús, los propios habitantes de su Nazareth donde se crió:
«¿Pero no es este el hijo del carpintero, cómo es que salen tantos milagros de sus manos?».
Les sorprendía que un hombre que habían visto crecer hiciera lo que hacía el Señor. Y esto que le sucede a Jesús es una constante de todos los tiempos.
Nos cuesta creer en una persona que ha estado cerca nuestra venga a dar lecciones de vida. Lo que sucede es que nos cuesta creer. Tenemos poca fe humana y sobrenatural.
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“La falta de fe sobrenatural nos lleva a ser desconfiados de todo y de todos.»
Antes de juzgar por prejuicios, como hicieron los nazarenos con Jesús, debemos pensar las cosas a la luz de la fe.
La fe precisamente es confianza en Dios, y no se trata de un cerrar los ojos y nada más, sino que nos guía para que desde nuestra razón, podamos aceptar con mansedumbre y corazón humilde las verdades reveladas.
La fe nos llega como palabras dulcísimas, más alta que todas las doctrinas de los filósofos y los sabios de este mundo (La Imitación de Cristo, la escucha humilde de la Palabra de Dios).
El Señor dará lo que nos ha prometido, siempre que permanezcamos constantes en su amor hasta el final.
Sabemos que el don de la fe, es fruto de la Gracia de Dios, como don que es, y también sabemos que el Señor nos puede dar todo lo que pedimos con fe sincera en la oración.
Roguemos entonces hoy a Cristo :«Creo Señor, pero aumenta mi poca fe».