Comentario del Evangelio, San Marcos 16,15-18 CATOLICO

174

El Evangelio de hoy nos narra el envío que el Señor hace a los apóstoles después de la Resurrección:

“Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio a toda la creación”.

Es Evangelio elegido para la fiesta que celebramos porque Pablo vio cumplido en su vida ese envío misionero.

Su vida de apóstol fue un recorrer las ciudades llevando a judíos y paganos, pobres y ricos; sabios e ignorantes, la vida cristina que él llevaba marcada en su historia personal.

Saulo se convirtió e hizo suyo a Cristo; quizás mejor decir que Cristo lo hizo suyo a Pablo.

Pero ciertamente las dos perspectivas se conjugan: Él en mí y yo en Él.

Cada conversión es una historia maravillosa que contar. Ella es un encuentro con Dios, es un testimonio de Su amor por todos nosotros.

Toda conversión es sorprendente y difícil y es una realidad no de un instante, sino de una vida.

Pablo estaba muy seguro de mis convicciones, no dudaba nada de nada.

¡Qué difícil es convertir a un creyente del judaísmo que rechazaba a Jesucristo como mesías, de la manera que lo hacía Pablo!

Pero, él sabe interpretar en momento y se pone en camino a su encuentro definitivo con Dios en una historia de superación de sí, y de sus prejuicios, por pura Gracia de Dios.

En la vida de cada uno de nosotros hay un Pablo.

Muchas certezas en las que creemos vivir, chocan con los acontecimientos, con enemigos, con hermanos, con alguna barrera que Dios usa para hacernos recapacitar y abrirnos a su mensaje.

También te puede interesar: La historia del Santo Rosario

Pablo mientras mejor conocía el misterio de la Redención, cuanto más se daba cuenta de que no nada había entendido todavía, más se entrega, más se da, más camina, más busca llevar el amor que el Señor ha encendido su corazón.

Como a los apóstoles que Jesús los envía a todas las naciones, a todas las gentes. Nos llega el mensaje no para conservarlo. A esos todos nos envía como a los apósteles, como a Pablo.

El Evangelio de hoy nos enseña a no renunciar nunca a una vida santa, y a no conformarnos con ella, sino hacer de esa santidad un instrumento de algo más.

El Señor nos llama a vivir con su Gracia en santidad, y desde ese testimonio actuar como la chispa que expande el fuego del amor de Dios por todos los rincones de la tierra.

Jesús lo dijo a los discípulos de ayer y nos lo dice a nosotros: ¡vayan!, ¡anuncien! ¡Hagan que todos los pueblos sean mis discípulos!