Buen día!
El Evangelio de nos muestra como los fariseos, que estaban envidiosos de Jesús, ya no sabían qué hacer para frenar a Cristo.
Pero, como tantas veces vemos, los que se dedican a hacer el mal son insistentes y buscan continuamente sus oscuros objetivos, pues así es la acción del demonio en los que se alejan de Dios.
Es por eso que, entonces, se les ocurre decir que Jesús hacía prodigios por el poder de Satanás.
El Señor les responde que su argumento era contradictorio, porque resulta absurdo que Satanás enviara a sus demonios a hacer el bien, porque si en un reino hay divisiones ese reino se viene abajo.
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El poder de Jesús es el poder de Dios: hace el bien, mientras que las fuerzas del mal sólo destruyen y enferman al hombre.
No cabe seguir al Señor apostando al mal. Seguirlo a Jesús es apostar por un mundo mejor, ilusionarse con en la Patria definitiva del Reino de los Cielos.
Los cristianos somos en este mundo y en la Iglesia agentes de unidad. ¡Cuántas guerras y cuantas calamidades se superarían en la vida con gestos de unidad!
Pero, recordemos que la unidad empieza por cada uno, y es fruto de la interioridad de cada uno, de la oración personal con el Señor y del seguimiento de Cristo.
También cuando la persona misma está dividida interiormente no puede subsistir. Y esa división es causa del pecado que hiere la caridad, haciendo daño espiritualmente al que peca, y mortificando en los sentimientos o en el cuerpo al que recibe el mal.
El hombre que está continuamente dividido, pensando en sí mismo, diciendo una cosa y haciendo otra, es un verdadero desastre. No se puede vivir feliz así. Sin Dios no hay unidad, y sin Dios no hay verdadera felicidad.
Como decía el Papa Francisco:
“El espíritu del mal siembra guerras. Siempre. Celos, envidias, luchas, habladurías… son cosas que destruyen la paz y, por tanto, no puede existir la unidad.
¿Y cómo es el comportamiento de un cristiano en favor de la unidad, para encontrar esta unidad?
Pablo dice claramente: ‘Compórtense de modo digno, con toda humildad, dulzura y magnanimidad’.
Estas tres actitudes. Humildad: no se puede dar la paz sin la humildad.
Donde está la soberbia, hay siempre guerra, siempre el deseo de vencer sobre el otro, de creerse superior. Sin humildad no hay paz y sin paz no hay unidad” (Francisco, 21-X-2016).
Si lo seguimos a Jesús tenemos que apostar siempre por el bien, sin desilusionarnos ni cansarnos.
Bendiciones.
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Lecturas Católicas Lunes 23 de Enero de 2017https://t.co/uad1cVQJpO— Santa Virgen María (@santavirgenSVM) January 23, 2017
Presbítero Daniel Cirrincione
El Padre Daniel desde hace 19 años es sacerdote en la prelatura del Opus Dei, y doctor en Derecho Canónico. Ha desarrollado una intensa y variada labor pastoral, con gente de toda condición, edades y situaciones.