Fiesta del Bautismo del Señor
Hoy el Evangelio hace un salto de 30 años: fue el tiempo de la vida oculta de Jesús, escondida, en Nazaret siendo uno más entre los pobladores de la comarca. Este fue el tiempo del silencio del Señor, tiempo que estaba con nosotros y nadie, a excepción de María y José, se dio cuenta. Hasta que, hoy con su Bautismo, del cielo salió una voz diciendo: Tú eres mi hijo amado, mi predilecto.
Cuánto nos enseña el silencio de Dios entre nosotros… Él está, me ama, me quiere con locura, y calló: toda una gran enseñanza. Sólo basta descubrir que, día a día, nuestro Señor está conmigo en silencio, pero está, siempre está, pese a que muchas veces no tengo el ojo interior para descubrirlo. Es como que busco lo impactante del cielo abierto y del milagro.
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Por ello, pidamos a Jesús la gracia de sabernos y de sentirnos amados por Él en las simplicidades de cada momento. “Veo la santidad en el pueblo de Dios paciente: una mujer que cría a sus hijos, un hombre que trabaja para llevar a casa el pan, los enfermos, los sacerdotes ancianos tantas veces heridos pero siempre con su sonrisa porque han servido al Señor, las religiosas que tanto trabajan y que viven una santidad escondida. Esta es, para mí, la santidad común. Yo asocio frecuentemente la santidad a la paciencia: no sólo la paciencia como hypomoné, hacerse cargo de los sucesos y las circunstancias de la vida, sino también como constancia para seguir hacia delante día a día. Esta es la santidad de la Iglesia” (Francisco, 19-VIII-2013).
Pidamos al Señor descubrirle en la cotidianeidad de nuestros quehaceres. Es allí donde Él y el mundo pretenden encontrarnos.
Grasiaspodejarme elpa devida