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Comentario del Evangelio, San Mateo 1,1-17 CATOLICO

Hoy comienzan a aparecer en la liturgia las llamadas “Antífonas de la O”. Se rezan en las vísperas desde el 17 hasta el 23 de diciembre y ellas son un eco de las profecías de Isaías. Algunas están contenidas en el himno “Cielos, lloved vuestra justicia”. En este día se reza:

Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ¡ven y muéstranos el camino de la salvación!”

Cuantos siglos de genealogía nos vienen a decir que Jesús es el Enviado de Dios al mundo para traer la salvación. San Mateo nos está diciendo que Jesús es verdadero Hombre y como todo hombre no parte de cero, sino que trae ya tras de sí toda una historia. El Hijo de Dios, al venir a este mundo, asume también un pasado familiar. En esa sucesión de personas y acontecimientos, que lo traen al mundo, podemos ver reflejada nuestra vida personal unida a la historia de la Salvación.

En los antepasados de Jesús hay hombres y mujeres de carne y hueso con una vida en la que se ha mesclado la santidad y el pecado. Aparecen el homicidio (David), la idolatría (Salomón) o la prostitución (Rahab) y juntos con ellos la acción de Dios en sus vidas por la gracia.

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“Después del primer pecado en el paraíso Él tuvo esta idea: hacer el camino con nosotros. Ha llamado a Abraham, el primer nombrado en esa lista y lo invitó a caminar. Y Abraham comenzó ese camino. Después Isaac, Jacob, Judá. Así va este camino en la historia. Dios camina con su pueblo. Dios no ha querido venir a salvarnos sin historia. Él ha querido hacerse historia con nosotros. Una historia que va de la santidad al pecado. En esta lista hay santos, pero también hay pecadores”.

En primer lugar damos gracias a Dios por sus maravillas y en segundo pedimos perdón por nuestra infidelidad que impide el nacimiento de la gracia. En definitiva, toda la historia nos ayuda a contemplar el misterio que estamos próximos a celebrar: que Dios se hizo Hombre, verdadero Hombre, que “habitó entre nosotros (Jn 1,14).

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