¡Muy buen lunes para todos!
Jesús dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños.»
Con estas palabras el Señor condena a la persona que enseña a otros a pecar.
La palabra escándalo significa en griego por un lado, el cebo que se pone en una trampa o anzuelo y por otro, la piedra de tropiezo que se pone en el camino para que la gente se caiga.
Jesús nos alerta que en el mundo encontraremos la tentación y, al mismo tiempo, reprueba con fuerza la maldad del que induce a pecar: ¡Ay de aquel que enseña a otros a pecar, o les hace perder la inocencia!
Lo que desvía a la persona del buen camino, es una gran ofensa a Dios. Y escandalizar a los pequeños, significa hacer que se desvían del camino y que pierdan la fe en Dios.
La severidad del Señor nos hace descubrir que a Dios le duele en sobremanera que los pequeños, los débiles, los sufrientes, los perseguidos, los discriminados, los pobres, sus preferidos, sean atacados.
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Ellos son los destinatarios de la Buena Noticia de las bienaventuranzas.
Jesús hoy sale a nuestro encuentro con la advertencia divina. Y luego nos enseña a perdonar sin medida, al que se arrepiente y pide perdón.
Las palabras de Cristo, son fruto de su misericordia y clemencia. Dios no se cansa de perdonar. Él siempre tiende los brazos al mismo tiempo que señala lo que le hace doler profundamente su Corazón: el que abusemos los unos de los otros.