Lo que me lleva hacia ti Señor, eres Tú!
Tú solitario, clavado en la Cruz, con tu cuerpo traspasado y agonizante.
Es tu Amor que se ha hecho de tal manera dueño de mi corazón, que, aunque no fuera al paraíso, yo te amaría lo mismo.
Nada tienes que darme, para que yo te ame, porque aunque no esperase aquello que espero, igual, yo te amaría como te amo.
Amen.
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Vida de San Carlos Borromeo, obispo de Milán
Este gran Santo, que a pesar de ser tartamudo, recibió la Gracia de Dios de una gran elocuencia, está entre los grandes hombres de la Iglesia que, en los días difíciles del siglo XVI, lucharon por preservar a la Iglesia de los males de la reforma protestante.
De todos ellos dicen muchos historiadores de la Iglesia, ninguno fue, más grande ni más santo que el cardenal Carlos Borromeo. Junto con Santa Teresa de Ávila, san Felipe Neri y san Ignacio de Loyola, es una de las cuatro figuras más grandes de la contrarreforma.
Era un noble de alta alcurnia. Fue sobrino del Papa Pío IV. Carlos nació en un castillo del norte de Italia, el 2 de octubre de 1538. Desde los primeros años, dio muestras de gran seriedad y devoción.
Desde muy joven, frente a su familia, llena de privilegios, luchó por el derecho de los pobres, incluso enfrentando por ello a su padre.
Desarrolló sus estudios universitarios con alguna dificultad, por sus problemas de palabra, pero con gran dignidad y seriedad.
Siendo nombrado Papa su tío, rápidamente hizo a su sobrino Cardenal de Milán y le dió grandes responsabilidades.
A él que con sólo 23 años era hasta esa designación un simple clérigo de órdenes menores.
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