Yo he venido a traer fuego sobre la tierra
Las palabras del Evangelio de San Lucas de hoy deben haber causado un fuerte cimbronazo en los que comenzaban a descubrir en Jesús al Mesías, el Ungido de Dios.
Ellos esperaban un Mesías que fuera fuerte y rey conquistador: esperaban edad de oro para Israel.
Pero no es así lo que el Señor propone, habla, del fuego como la transformación, como cruz, y la trascendencia de la historia.
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Su clave es la Segunda venida y hace entender que no vino al mando de ejércitos vengadores con banderas desplegadas, sino para dar su vida en rescate por muchos y que eso no es conquista, sino amor entregado y esto no es lo que entienden algunos.
La lógica inentendible de la vendida de Cristo es que su venida inevitablemente trajera división; y así sucedió.
El cristianismo divide, una y otra vez, porque las personas tienen que decidir si aman a Cristo más que a nadie.
La fe nos llama a decidir si estar dispuestos a darlo todo por perdido por Jesucristo y esto, sin duda, es cruz.
Jesús también, muchas veces nos pone en crisis porque puede generar malentendidos.
Cuando Jesús dice a los discípulos:
“¿Piensas que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división”.
San Ambrosio nos dice sobre esto que:
«¿Cómo él mismo dice: «Mi paz os doy, mi paz os dejo» (Jn 14,27) si vino a separar los padres de sus hijos, los hijos de sus padres, rompiendo los lazos que los unen?
Lo que está prohibido por Cristo, no es el amar a los padres o a los hijos, sino el poner ese amor por encima del amor que debemos a Dios.»
El Papa Francisco, se pregunta sobre esta enseñanza de Jesús:
“¿Qué significa esto?
Significa que la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es decorar la vida con un poco de religión, como si fuese un pastel que se le decora con nata [betún].
No, la fe no es esto. La fe comporta elegir a Dios como criterio- base de la vida, y Dios no es vacío, Dios no es neutro, Dios es siempre positivo, Dios es amor, y el amor es positivo.
Después de que Jesús vino al mundo no se puede actuar como si no conociéramos a Dios.
Como si fuese una cosa abstracta, vacía, de referencia puramente nominal; no, Dios tiene un rostro concreto, tiene un nombre: Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a todos nosotros” (Francisco, 18-VIII-2013)
Me gusto mucho recibir el comentario.