TERCER DIA DEL TRIDUO A NUESTRA SEÑORA DEL PILAR.
ACTO DE CONTRICION
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Creador y Redentor mío. Por ser Tu quien eres, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las ocasiones de ofenderte, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debo.
Ofrezco mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como te suplico, así confío en tu bondad y misericordia infinita, me los perdonarás por los merecimientos de tu preciosa sangre, pasión y muerte, y me darás gracia para enmendarme, y para perseverar en tu santo servicio hasta la muerte. Amén.
Puedes leer también aquí:
- La Oración a la Preciosísima Sangre de Cristo
- Primer día del Triduo a Nuestra Señora del Pilar
- Segundo día del Triduo a Nuestra Señora del Pilar
ORACION PARA TODOS LOS DIAS
Dios todopoderoso y eterno, que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido un amparo celestial a cuantos la invocan con la advocación del Pilar, concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
ORACION DEL TERCER DIA
Madre buena, Madre Santa, venerable fuente de inspiración y de fortaleza. Por ti y contigo nos sentimos íntimamente unidos a Dios. Eres para nosotros fuente inagotable donde refrescar permanentemente cómo debemos seguir al Señor, responder a lo que pide de nosotros y ser en nuestro mundo y lugar concreto, la prolongación de la vida de Jesús en medio del mundo. Ayúdanos Madre, a cumplir su voluntad.
Amén.
Terminar con:
Padre Nuestro
3 Ave María
Gloria al Padre
LA VIRGEN DEL PILAR
Santiago Apóstol, «pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro.
Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso».
En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando «oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol».
La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que «permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio».
Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez.
Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.
Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza.
El mas antiguo de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago.
Asimismo, hacia el año 835, un monje de San Germán de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, «donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente», cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un templo dedicado a la Virgen.
La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como «una antigua y piadosa creencia».
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