«Esta es una generación malvada.»
Buen día y comienzo de semana
En el texto del Evangelio de hoy Jesús dirige duras palabras al gentío que lo rodea.Ellos están para escucharle, se amontonan a su alrededor, y Jesús les dice una verdad que los interpela.
Nuestro Señor los trata así porque se da cuenta que en vez de buscar a Dios con humildad, sólo querían ver signos.
Sólo les interesaba el «espectáculo de los milagros», mientras eran indiferentes al llamado de Cristo a seguirlo en su vida cotidiana.
La multitud acaba de ver un gran signo: había liberado a un hombre de un demonio. Y a pesar de ello pedían más signos.También te puede interesar: LA APARICIÓN Y MILAGROSA CURACIÓN DE SAN JOSÉJesús quiere hacerles ver que el único gran signo es Él que les da su palabra, su predicación, se entrega Él mismo y es la señal que invita a la conversión.
Les presenta como señal el profeta Jonás, el hombre que predica la conversión por toda la ciudad de Nínive y que invita a cada uno de nosotros aceptar la propuesta, cambiar el corazón y volvernos a Dios.
Con esto se ha manifestado la más grande señal que Dios haya podido obrar en el alma: la transformación personal al Dios que da la vida y es fuente del verdadero, radical y autentico amor misericordioso que se apiada de cada uno y de todos.
Lo mismo le ha ocurrido a Jesús “con los doctores de la Ley, que no entendía por qué Él no dejó que lapidaran a aquella mujer adúltera.
Ellos tampoco entendieron que Jesús fuese a cenar con publicanos y pecadores.
No entendían la misericordia. Hay que esperar en el Señor, porque en el Señor hay misericordia, y en Él hay abundante redención.» (Francisco, 6-X-2015).
Las palabras del Señor valen también para nosotros que, en muchas situaciones, no hemos convertido el corazón al Dios vivo, lo tenemos cegado con nuestra soberbia, que reclama signos y presencia.
Nos pasa esto cuando no reconocemos su presencia de amor y de salvación, y nos enredamos buscando en nuestra vida signos que nos muestren que Dios está cerca.
El signo del Señor es Jesús, y es en Él que podemos encontrar la presencia de Dios, en Él donde podemos descubrir esa cercanía de Dios que quiere acompañar cada momento de mi vida.
Pero reconocerle, impone el cambio personal de quererse dejar guiar por Él. De ser sus discípulos.
Bendecido día para todos.
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Presbítero Daniel Cirrincione
El Padre Daniel desde hace 19 años es sacerdote en la prelatura del Opus Dei, y doctor en Derecho Canónico. Ha desarrollado una intensa y variada labor pastoral, con gente de toda condición, edades y situaciones.