ORACION POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

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ORACION POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

¡Oh María, Reina del Purgatorio!

Te ruego por aquellas almas por las cuales tengo o pueda tener alguna obligación de caridad o de justicia; por las almas más abandonadas y olvidadas por las que nadie ruega; por aquellas que han de salir más pronto de aquel lugar de penas.

Te ruego de una manera especial por aquellas almas que han de estar más tiempo padeciendo y satisfaciendo a la divina Justicia; y también por aquellas almas que más padecen.

Es verdad que todas sufren con resignación. Pero sus penas son atroces y no podemos imaginarlas siquiera. Intercede por ellas, y Dios escuchará Tu plegaria.

¡Oh Virgen! Te pido que, así como me acuerdo yo de las almas del Purgatorio, se acuerden de mí los demás, si debo ir allí,  límpiame de mis pecados. A Ti, oh Madre, pongo toda mi confianza de hijo, y sé que no quedaré defraudado.

Amén.

«Por tu parte, procura arreglar bien tus cosas mientras tienes salud y vida, no fíes demasiado en lo que por ti han de hacer tus hijos o seres queridos; muchas y muy tristes experiencias confirman que no siempre cumplen éstos con sus deberes para con las almas que en ellos depositaron su confianza».

MARIA ES REINA DEL PURGATORIO

Cuando María terminó su vida mortal y entró al Paraíso, en el triunfo de su gloriosa  Asunción, se convirtió inmediatamente en la Reina del Cielo, por la prerrogativa de su maternidad divina, siendo la primera delante de Dios, la primera por encima de todos los espíritus bienaventurados.

Se convierte, al mismo tiempo en Reina de la tierra, debido a los honores merecidos y que siempre recibió, y las gracias y las gracias innumerables que no deja de derramar sobre sus devotos servidores.

Pero a estos títulos, los doctores de la Iglesia agregan un tercero: la nombran Reina del Purgatorio, queriendo expresar mediante este nombre la autoridad soberana que posee en ese lugar de expiación.

“La Bienaventurada Virgen, nos dice san Bernardino de Siena, extiende su realeza hasta sobre el Purgatorio, porque ahí también ejerce un poder sin límites para derramar innumerables beneficios sobre esas almas que son las de sus hijos. Ella es, pues, a la vez Reina de las almas triunfantes en el cielo y Reina de las almas sufrientes del Purgatorio.

Elevada por encima de todas las creaturas por su maternidad, María es verdaderamente, reina sin restricción ni límite, tal como la Iglesia la saluda: Salve Regina. El Padre ha instituido a su Hijo heredero de todas las cosas y le ha dado todo poder en el cielo, sobre la tierra y en los infiernos.

El hijo, naciendo de María, quiso que esta herencia y este poder le fuesen comunes a su Madre. Universal es pues el imperio de Nuestra Señora; nada ni nadie puede sustraerse a su tierno y maternal poder. Estando tan cerca al trono de su hijo, canta la Iglesia, ella preside a toda la Creación.

“Eres la reina de todas las cosas, le dicen los doctores, ya que eres la madre del Creador de todas las cosas; la reina de todo lo que esta sometido a Dios; la reina por la cual nos está abierto el reino de la inmortalidad; reina poderosísima, ya que eres riquísima y distribuyes tus larguezas a quien quieres, como quieres, cuando lo quieres; reina eterna porque tu reino no tendrá fin”.

Tanto como se extiende la Redención del Hijo, tanto se ejerce el imperio de la Madre.

De ahí se concluye que la Santísima Virgen es reina del Purgatorio. Ella tiene ahí como un dominio y un poder pleno, sea para aliviar a las almas que sufren, sea para liberarlas eternamente.

El Purgatorio es, pues, uno de los reinos de María, por eso puede ejercer sus poderes.

Ella reina, en efecto, por los consuelos que derrama en ese mundo de dolor, en el que ella misma puede mostrarse de un modo que ignoramos.

Muestra en trazos luminosos a esas almas que pasan por el crisol de la purificación, que su unión con Dios en el cielo y la dicha de poseerlo serán tanto más suaves cuando estén enteramente separadas de toda aleación inferior.

Ellas les muestra la importancia única de la gracia que han tenido, de escapar sin perecer a todos los atajos, a todas las tentaciones, a todas las perversidades de la tierra.

Ella les sugiere el pensamiento que el tiempo de expiación al que están condenadas no es, en el fondo, sino una sombra fugitiva, en comparación de una eternidad que no debe terminar jamás.

Ella los alienta, mediante la suavidad de su atenciones, a soportar las exigencias de la justicia divina que debe tener su curso.

Ellas obtienen, por otro lado, de su Hijo, Mediador todopoderoso, todas las suavidades que son posible.

A menudo, ella atenúa el rigor de los tormentos; disminuye la duración de la expiación; en ciertas ocasiones solicita amnistías más o menos extendidas; con ocasión de sus fiestas, en particular, ella hace los llamados más conmovedores a la misericordia de Dios, y es escuchada; se dedica, para llevar a la tierra, que posee e Santo Sacrificio de la Misa, que puede merecer, sufrir, humillarse, hacer penitencia, para ofrecer todos sus sufragios y todos sus medios de expiación para la liberación de esas almas desdichadas y desoladas.

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