Oración a San Cristóbal de protección para viajes.

La poderosa Oración a San Cristóbal.

12162
Oración a San Cristóbal de protección para viajes.

Bendito San Cristóbal, tú que tuviste la gracia de llevar a Jesús sobre tus hombros, que tan fuerte y poderoso te sentías, y el Señor te hizo ver tu pequeñez y tu vida se llenó de luz, cuando descubriste como su fuerza y no la tuya, te hacía esta vez sí, verdaderamente fuerte. Glorioso San Cristóbal pide a tu amado Jesús, que nos libre de todo mal.

Dame Señor mano firme y mirada vigilante para que a mi paso no cause daño a nadie.
A ti Señor que das la vida y la conservas, suplico humildemente, guardes hoy la mía en todo instante.

Libra Señor, a quienes me acompañan, de todo mal: choque, enfermedad, incendio o accidente. Enséñame a hacer uso también de mi coche, para remedio de las necesidades ajenas.

Haz en fin, Señor, que no me arrastre el vértigo de la velocidad, y que, admirando la hermosura de este mundo logre seguir y terminar mi camino con toda felicidad.

Te lo pido, Señor, por los méritos e intercesión de San Cristóbal, nuestro Gran Patrono.

Amén.

Rezamos tres Padre Nuestros y Gloria.

San Cristóbal

Mártir (Siglo III)

Cristóbal significa «el que carga o portador de Cristo».

Se lo recuerda como un gigante cuya imagen era común ver con su barba y su cayado en todas las puertas de las ciudades: era creencia común que bastaba mirar su imagen para que el viajero se viese libre de todo peligro durante aquel día.

Hoy que se suele viajar en coche, muchos automovilistas llevan una medalla de san Cristóbal junto al volante, y es muy venerado por los camioneros.

El martirologio (anterior al concilio Vaticano II) lo recuerda como un mártir de Asia menor a quien ya se rendía culto en el Siglo v. Su nombre griego, «el portador de Cristo», es enigmático, y se empareja con una de las leyendas más bellas y significativas de toda la tradición cristiana.

Nos lo pintan como un hombre muy apuesto de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él.

Cristóbal sirvió primero a un rey, aparente señor de la tierra, a quién Cristóbal vío temblando un día cuando le mencionarón al demonio.

Cristóbal entonces decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un brujo que se lo presentará. Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz, y temblando la evitó.

Cristóbal le pregunto entoncés si él le temía a las cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz, Jesucristo.

Cristóbal le preguntó entonces si el demonio temía también a Cristo, y el brujo le contestó que el diablo tiembla a la sola mención de una Cruz donde murió él tal Jesucristo.

¿Quién podrá ser ese raro personaje tan poderoso aun después de morir?

Se lanza a los caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le sabe decir nada del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo.

Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura?

A mitad del río su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.

¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero?

«Tienes razón, le dijo el Niño. Peso más que el mundo entero, pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.»

Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio.

Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires.

Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación Siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo.

Es un Santo muy popular, y poetas modernos, como García Lorca y Antonio Machado, lo han cantado con inspiradas estrofas. Su efigie, siempre colosal y gigantesca, decora muchísimas catedrales, como la de Toledo, y nos inspira a todos protección y confianza.

La devoción a San Cristóbal fue removida del Santoral de la Iglesia universal, por la reforma litúrgica promovida por el concilio Vaticano II, debido a la falta de precisiones históricas sobre la vida de este popular Santo.

Aún así, que su celebración haya sido removida del calendario, no significa que la Iglesia diga «que no existen» o no se puedan celebrar, de hecho, San Cristóbal o Santa Bárbara se celebran en muchas parroquias, diócesis y ciudades.

Sólo han quedado para ser celebrados en los lugares donde la devoción perdure y sean patronos, y cualquier católico puede lícitamente tener devoción a ellos y confiarse a su intercesión.