1- Amar y perdonar son el signo concreto y visible que la fe ha transformado nuestro corazón.
2- La lengua es capaz de destruir una familia, una comunidad, una sociedad, de sembrar odio y guerras. El chismear destruye.
3- Jesús, ascendido al cielo, está en el señorío de Dios, presente en todo espacio y tiempo, cerca de cada uno de nosotros.
4- Cristo es nuestra mayor alegría, siempre está a nuestro lado y nunca nos defraudará.
5- El Señor nos consuela. Estamos llamados a consolar a nuestros hermanos, testimoniando que sólo Dios puede eliminar las causas de los dramas.
6- Cristo ha vencido el mal en la raíz: es la Puerta de la salvación, abierta de par en par para que cada uno pueda encontrar misericordia.
7- La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él.
8- Abramos al Señor nuestros sepulcros sellados ―cada uno de nosotros los conoce― , para que Jesús entre y llene de vida.
9- Queridos jóvenes, sus nombres están escritos en el cielo, en el corazón misericordioso del Padre. ¡Sean valientes, vayan contracorriente!
10- Formar una familia es animarse a ser parte del sueño de Dios, unirse a Él para construir un mundo donde nadie se sienta solo.
11- El camino privilegiado hacia la paz es reconocer en el otro no un enemigo que hay que combatir, sino un hermano que debemos acoger.
12- En las horas más oscuras de la familia, la unión con Jesús puede evitar una ruptura.
13- Es fundamental que los hijos vean que para sus padres la oración es realmente importante.
14- El hogar debe ser el lugar donde se enseña a apreciar la hermosura de la fe, a rezar y a servir al prójimo.
15- Cada familia, a pesar de su debilidad, puede llegar a ser una luz en la oscuridad del mundo.