Icono del sitio Santa Virgen Maria

ORACION A JESÚS EN EL CIELO

ORACION A JESÚS EN EL CIELO

Dios mío, Cristo Jesús, que has abierto el cielo a la tierra.

Me has perdonado, me has salvado, con tu inmenso amor. Me has enseñado el camino para llegar a ti;  el dar la vida toda por amor.

Yo Señor es todo lo que quiero, nada más pido, que vivir eternamente junto a ti.

Que la felicidad de saber que allí en el cielo estás preparándome un lugar, alimente mi esperanza, mi fe para continuar todos los días llevando a todos lo que me has enseñado.

Que no me venza el temor, que no me paren las dificultades, que no me envilezca la incomprensión. Que donde quiera que vaya, cada cosa que haga yo sea testigo de tu amor, de que Tu has vencido a la muerte y que nos conduces a la Vida Eterna.

Amén

 

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.

Palabras de San Agustín de Hipona

«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo».

Nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo un día como hoy; que nuestro corazón ascienda también con él.

Escuchemos lo que dice el Apóstol: Ya que has resucitado con Cristo, busca los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspira a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Y así como él ascendió sin alejarse de nosotros, nosotros estamos ya allí con él, aun cuando todavía no se haya realizado en nuestro cuerpo lo que nos ha sido prometido.

El fue ya exaltado sobre los cielos; pero continua padeciendo en la tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros. De lo que dio testimonio cuando exclamó: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Así como: Tuve hambre, y me disteis de comer.

¿Por qué no vamos a esforzarnos sobre la tierra, de modo que gracias a la fe, la esperanza y la caridad, con las que nos unimos con él, descansemos ya con él en los cielos? Mientras él está allí, sigue estando con nosotros; y nosotros, mientras estamos aquí, podemos estar ya con él allí. El está con nosotros por su divinidad, su poder y su amor; nosotros, en cambio, aunque no podemos llevarlo a cabo como él por la divinidad, sí que podemos por el amor hacia él.

No se alejó del cielo, cuando descendió hasta nosotros; ni de nosotros, cuando regresó hasta él. El mismo es quien asegura que estaba allí mientras estaba aquí: Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.

Esto lo dice en razón de la unidad que existe entre él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie, excepto él, podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con él, en virtud de que él, por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos hijos de Dios.

En este sentido dice el Apóstol: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. No dice: «Así es Cristo», sino: así es también Cristo. Por tanto, Cristo es un solo cuerpo formado por muchos miembros.

Bajó, pues, del cielo, por su misericordia, pero ya no subió él solo, puesto que nosotros subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo descendió él solo, pero ya no ascendió él solo; no es que queramos confundir la dignidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza.

[masterslider id=»4″]

 

ORACION AL SEÑOR DE LOS MILAGROSLee más aquí

 

 

Salir de la versión móvil