Oración Bendita sea tu pureza
Bendita sea tu pureza, … y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea, … en tan graciosa belleza.
A Ti celestial princesa, … Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día, … alma vida y corazón.
Mírame con compasión, … no me dejes, Madre mía,
morir sin tu santa bendición.
Amén.
Origen de la Oración y su extensión:
El origen de esta oración es incierto. Algunos textos dicen que fue escrita por un «poeta sevillano de segunda fila del XVI-XVII», cuyo nombre no se ha conservado.
Tampoco hay acuerdo sobre si el original es la décima que se reza hoy más comúnmente (sin el último verso que transcribimos arriba).
La duda es entonces si originalmente contenía el último verso:
«…no me dejes, madre mía
morir sin tu santa bendición.»
o en otras versiones de 12 versos. los últimos 2:
«…no me dejes, madre mía
morir sin confesión
en la última agonía»
o en leve variación también de 12 versos los últimos dos:
«no me dejes Madre mía,
en mi última agonía
sé mi amparo y protección.«
Podemos decir que en todas las versiones se trata de una bellísima oración, teológicamente correcta y llena de piedad que insita al fervor del devoto mariano.
Análisis del contenido de la oración:
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea:
La pureza es virtud eminentemente positiva que hace grata a Dios a la persona que la vive. Es la virtud de la belleza, de la blancura del alma. Eleva al hombre hacia las cosas divinas. Espiritualiza y engrandece.
Estos dos versos son una alabanza a María. Concebida sin mancha, siempre fue pura y limpia más que el sol (…) Nadie como Ella vivió —ni vivirá— con tanta delicadeza la pureza.
Pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza:
La Virgen María es la obra maestra de la Creación. Ella es toda blancura, sin mancha posible. Reina de la luz, que no tiene menguantes como la luna, ni ocasos como el sol, sino siempre luz toda luz, sin mezcla de sombra de ninguna clase. Más que Ella sólo Dios.
A Ti celestial Princesa, Virgen Sagrada, María:
El alma se dirige a María, recordándole su realeza y su virginidad (…) No se llama a María “la humilde, ni la obediente”, aunque fue todo eso y modelo acabadísimo de todas las virtudes; en cambio se le dice “la Virgen” y parece que ya está dicho todo con llamarla así.
También al decir “Virgen Sagrada María” recordamos que su seno es el sagrario bendito de Jesús, el Salvador, así como también lo es su corazón, donde siempre nos encontraremos con su Hijo.
El de María es un seno virginal para un parto virgen: “Virgen sagrada”. María es templo bendito de Dios, lugar de su presencia, portadora de amor, espacio sagrado en el que el Señor se muestra amoroso y salvador.
Yo te ofrezco en este día alma, vida y corazón:
Es el ofrecimiento que el hombre hace de su ser a María, Madre nuestra por designio divino.
Desde hoy, que es el primer día del resto de vida que a cada uno le queda, sin perder un instante más, ofrece el hombre aquello que más aprecia: el alma, con sus facultades, inteligencia y voluntad; su propia vida, regalo inmenso de Dios; y el corazón, para que la Virgen lo tome y le alcance la gracia de con servarlo limpio, y así gozar en la eternidad de la visión de Dios.
Mírame con compasión:
Es una petición de misericordia que hace el alma, con la seguridad de ser atendida por María, porque Ella es Madre, y la me jor de las madres, que siempre está pendiente de sus hijos y se compadece de ellos.
No me dejes, Madre mía:
Lleno de confianza en el poder y la bondad de Santa María y sabiendo que, como Madre buena, oye los ruegos de sus hijos, le suplica el alma con todo el fervor del corazón que no le deje de su mano, porque si Ella le deja se perderá para siempre.
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