Espera en el Señor

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ten ánimo

Espera en el Señor, ten ánimo:

 Se fuerte, espera en el Señor… 

Según sea nuestra fe, será nuestra respuesta a los momentos difíciles de la vida.

Para saber si estamos preparados, es bueno poner a prueba que pensamos sobre la vida, cuanto nos  puede pesar hoy en nuestros problemas el haber olvidado a Dios, y qué nos ofrecen los que venden un mundo sin Dios: 

Espera en el Señor …

¿Qué cosa nos ofrece el pensamiento materialista de hoy?  ¿Valen sus supuestas «bondades» lo suficiente  para aceptar el cambio y abandonar la promesa de eternidad? 

 

Nuestra vida en la tierra tiene un tiempo, un término desde el mismo momento de la concepción sabemos que nuestros cuerpos mortales tienen un plazo de caducidad.

Es como aquél que compra una máquina cualquiera con motor. Sabe que el motor dará tantas miles de vueltas en su interior, que su tiempo de uso está contado, y que luego su vida útil terminará.

Todo lo que observamos a nuestro alrededor es finito. Los científicos dicen que aún los planetas y las estrellas tienen un tiempo y en millones de años van camino a desaparecer. (Espera en el Señor)

 

¿De dónde surgimos entonces estos seres finitos?

¿Somos hijos del Creador infinito?

 

Para quienes creemos en una realidad sobrenatural, en algo más grande de lo que vemos y podemos imaginar, existe Dios, y nuestro viaje finito en esta vida es un peregrinar hacia el viaje final a nuestra unión con Dios. Por lo tanto, este es un viaje hacia el Dios eterno, un viaje trascendente, en el que la identificación de Amor con el creador, es la respuesta a su invitación de eternidad, que al aceptar, nos libera de la finitud, nos libera de la muerte.

Dios puede invitarnos a la eternidad, porque Él es la eternidad misma. Dios está fuera del tiempo (en cuanto a que no tiene principio ni final) y fuera del espacio (está en todo y en todos, pero nada lo contiene o lo limita, está fuera de nuestra capacidad de percepción de lugar y movimiento), y como dice San Agustín, en Él todo es presente; en Él el pasado y futuro se conjugan en una actualidad eterna.

 

¿Y los que no creen en Dios?

 

Para quienes niegan lo sobrenatural, esta negación se termina transformando en una trampa.

Por que el que no cree se encuentra con una vida finita, sin eternidad, donde todo es materia.

Se niega la existencia de Dios, y a la misma vez creen explicaciones del origen de la vida supuestamente científicas pero que no explican nada, como la llamada teoría del big bang, que no explica que ocurría antes de este supuesto momento mágico, ni porque se comprimió este punto inicial, y nos deja con la misma incógnita con la que comenzó.

Las explicaciones de la ciencia, aunque nieguen lo sobrenatural, no salen del ámbito del misterio, de una suposición. Si nos quedamos en mirar todo con los ojos de la ciencia, y dejamos afuera la fe, nos vamos a encontrar vacíos, en este viaje de la materia, donde nosotros, como humanidad, transcurrimos vidas llenas de egoísmo sin sentido, montados a caballo de nuestro pequeño planeta, sin saber de donde venimos ni adonde vamos.

La ciencia tiene como límites, los mismos límites de la percepción del hombre, que con su sola visión natural, y toda el pensamiento que le siga, se mantiene dentro del tiempo y el espacio, y no puede entender la eternidad.

 

¿Y que dicen de la Revelación Divina, los que rechazan la religión y su explicación del origen de la vida?

 

Desde el famoso «big bang», niegan que exista Dios, y usan esa suposición, para negar lo sobrenatural, para negar el misterio, para negar la eternidad.

Muchos que piensan así, además proclaman que las religiones son algo negativo, una cosa «oscura del pasado», y dan por sentado que las explicaciones sobrenaturales que vienen de la fe son ataduras al desarrollo del pensamiento científico.

Su visión de la historia del hombre, es una visión que niega la existencia de Dios, y por tanto cuentan una historia manipulada para oscurecer todo lo que tiene que ver con el papel de la Iglesia, Cristo y la fe, como algo del pasado que se debe superar, y alejar de la vida pública de las sociedades.

 

¿Se ha difundido esta visión que niega lo sobrenatural?

Esta visión parcial y tendenciosa, que empezó en pequeños círculos intelectuales, hoy gana cada vez más espacio en la cultura popular. Continuamente escuchamos, en el comentario de «la calle», a quienes descalifican cualquier papel positivo de la Iglesia, en base al pecado de algunos de sus miembros, así para esta opinión, la Iglesia de hoy, y la del pasado, es «la Iglesia de los pedrastas, la iglesia de los hipócritas, la Iglesia de la carnalidad y el amor al Poder terrenal, la Iglesia de los reyes, nobles y privilegiados», y todo ello es usado como razón suficiente para negar todo el misterio que la Iglesia custodia.

 

¿Es contradictorio este pensamiento de un mundo sin Dios, o con un Dios identificado con una energía ciega e indeterminada, con la manera en que sus defensores pretenden callar a la religión?

 

Hay una gran contradicción en la manera en que se pretende callar a la Fe. Quienes así opinan se olvidan de su postulado inicial, que nada pueden afirmar sin pruebas científicas. Parten de prejuicios contrarios a las realidades sobrenaturales, y por ello a la Iglesia, y desde esta postura, y sin ningún rigor, dan su VERSIÓN de la historia, poniendo a la Iglesia siempre en el papel del «malo de la película». Los que conocemos la vida de los Santos, sabemos lo poco serio que es generalizar en este sentido.

 

¿Qué puede ofrecer este pensamiento?

Este pensamiento estancado en lo material, es hoy el que reina en los medios de difusión de una cultura del disfrute, convencida de sus propias fábulas, y orgullosa de sus logros. Ofrece como sus frutos grandes avances técnicos, de la mano de un absoluto «relativismo» moral y un gran vacío espiritual.

Su oferta se puede ejemplificar en el cambio de una navidad en la que festejabamos el nacimiento de nuestro salvador, la encarnación de Dios Amor entre nosotros, la victoria sobre la muerte; por una navidad en que se festeja el consumismo, la glotonería, y como máximo un escape superficial a un espíritu navideño indefinido, que sería más o menos ser un poco menos egoísta, más afable y más permisivo por un par de semanas o máximo un mes, sin más reflexiones. Nos sacaron al Amor, con mayúsculas, que da sentido a nuestra vida, y nos lo cambiaron por un reno volador, que representa el consumismo compulsivo, que actúa como anestésico para no sentir el dolor del vacío y la relatividad de todo lo que nos rodea.

 

¿Cómo ha llegado a imponerse en la cultura popular esta visión vacía de trascendencia?

El avance de esta postura de vida, ha llegado lentamente, con una infiltración de modelos, sembrados desde el simbolismo.

Es el héroe de la película. Es el ideal de los «íconos» de la cultura y sus modos de vida, la manera en que esta forma de ver la vida entró a las vidas de las familias y fue tapando los puentes que las conectaban a la alabanza de Dios, a la escucha de su palabra, al alimento espiritual.

El cambio que surgió de círculos intelectuales reducidos, se ha expandido por acción consciente e inconsciente de sus defensores, y se ha sembrado como la gota de agua.

Continuamente desde este simbolismo oculto, se bombardea a través de la televisión, el cine, los avisos, las noticias manipuladas, la oferta a los sentidos por medio de Internet, con una imagen del hombre y la mujer, privados de espiritualidad profunda, el ser humano es sólo materia, un animal más en el camino de la evolución, o un ser con una espiritualidad irracional, estilo new age, muy conveniente para no interpelar el egoísmo y la incoherencia del consumismo.

Traducido, se vive según se piensa, y se piensa que fuera de la materia y los seres naturales no existe otra cosa, y si existe lo es sólo de manera velada e «incognoscible», como una energía ciega, que por sí no es capaz de emanar ninguna norma moral, valor, o cosa alguna que vincule nuestro actuar a un destino sobrenatural, es decir algo que no vale la pena tratar de conocer. Por espiritualidad se entiende un otro analgésico, para no ver el laberinto sin sentido que sería nuestra vida encerrada en esta visión materialista de la existencia.

El sembradío ideológico, tiene su culminación cuando en nombre de este humanismo relativista y en preservación de sus paraísos de continua inconsciencia, se demoniza a la religión como la causante de las guerras, el origen del odio y la división de los pueblos, como un obstáculo a la globalización, al arribo de la «Pax del nuevo orden». Las sociedades occidentales, así ideológicamente bombardeadas, han desterrado las raíces de los valores absolutos, expulsando lo trascendente de los ámbitos públicos, con las consecuencias necesarias de un vacío existencial insuperable dentro de estos mismos esquemas. (hoy no se puede colgar un crucifijo en una escuela o una oficina pública, a ese nivel hemos llegado).

 

Entonces…

¿Donde encontramos el sentido de nuestra vida?

 

Para quienes creemos en lo sobrenatural, encontramos el sentido de la vida está allí donde el pensamiento positivo se frena. En ese aceptar la realidad sobrenatural, y animarse a pensar las maravillas de la creación como reflejo de la infinita maravilla de su creador. No es por el camino de relativizar que llegará la verdadera paz, no es narcotizando nuestros sentidos y dejando pasar el tiempo como daremos sentido nuestras vidas.

Necesitamos la formación religiosa, el ir a misa, el reconocer la realidad sobrenatural, el reconocer la existencia de Dios.

Desde esta creencia y en un acto de fe y humildad, nuestras vidas adquieren sentido desde el buen uso del don de la libertar, dando la buena respuesta a los movimientos de la Gracia de Dios. Respuesta que comienza por reconocer la existencia de un Creador amoroso, un Dios Padre, que nos ama, y que nos invita a dejarnos guiar por sus caminos de amor, contenidos en la revelación custodiada por la Iglesia. Los valores son para nosotros, como un manual de instrucciones para el buen uso del regalo de la vida. Contrariarlos es un acto de necedad, ignorarlos una actitud irresponsable.

 

¿Cuál es entonces el destino de nuestro viaje?

 

Nuestro viaje, debe seguir por los caminos de la Gracia, y desde ella esperar ese sentido fuera de nosotros, mantenerse firmes en la fe de que ese sentido ha de llegar desde lo sobrenatural, desde lo trascendente, saber que nuestro viaje en su Gracia, va más allá de lo que podemos ver hoy, acá en esta vida, que nuestro viaje es la respuesta a la llamada de Aquél que es todo, del Dios que nos puede sacar de esta prisión, de nuestra pequeñez, de nuestra finitud, de un Dios «que Es el que Es», quien desde esa plenitud de su ser nos promete la eternidad.

La historia explicada a medias no es escusa para rechazar esta invitación contenida en el patrimonio de sabiduría de la Iglesia. Esa historia bien contada debe reconocer a la Iglesia como la barca donde el hombre ha desarrollado grandes descubrimientos, la Iglesia de los mecenas del Arte y la Ciencia. Pero más aún donde el hombre ha encontrado el puente con la eternidad, con el sentido trascendente. Es la Iglesia que porta a Cristo, el que ha vencido a la muerte.

 

¿Cómo ayuda la Iglesia en este viaje?

 

La Iglesia que va en peregrinaje hacia su Creador, es la que lleva el «GPS», el navegador con las coordenadas de este viaje de regreso, es la que contiene el alimento espiritual, los sacramentos del Señor, y sus enseñanzas. Es el lugar de alabanza y la comunión de la fe. Esto es una verdad invariable, y que no se ve menoscabada por los errores que los hombres dentro de ella puedan haber escrito en la historia de este peregrinar. Para reconciliarnos con la memoria de nuestra Iglesia debemos ver primero cuantos testimonios dignos de los caminos del Señor han dado sus Santos. Cuántas historias de conversiones han nacido de sus vertientes.

 

Y sobre los errores, y los pecados de los hombres, adoptar la posición de humildad de San Juan Pablo II, Benedicto y Francisco, quienes en repetidas ocasiones, y públicamente pidieron perdón por los errores de los hombres de la Iglesia, y ofrecieron el perdón a aquellos que la atacaron en todos los tiempos. Es que no es el hombre el que ha ganado su Salvación.

 

No son nuestros actos los que abren los caminos a la trascendencia. Es Dios quien nos convoca, con su Gracia que actúa en la revelación, y que tiene su culmine en la Encarnación del Verbo Divino, en la primer venida de nuestro Señor Jesucristo, y que se dirige hacia una espera llena de fe y esperanza, desde la alabanza a la caridad que es la misma esencia de Dios. Nuestra lucha espiritual no es el vehículo de nuestro viaje. Nuestro viaje se hace sobre la Cruz de Cristo. Nuestra lucha espiritual es por la mansedumbre, por el Sí de María, por el dejarse conducir.

 

En la espera de su segunda venida, donde nuestro Señor reinará, y donde no habrán ya más misterios. No es Dios quien nos necesita. A Él que es el perfecto, nada le falta sin nosotros. Somos nosotros los que lo necesitamos, y por ello necesitamos enlazar nuestras vidas a nuestra madre Iglesia, y alimentarnos de su sabiduría, y aportar nuestro testimonio de fidelidad, más allá de las injusticias y las imperfecciones nuestras y ajenas, así nuestro viaje dentro de su barca nos transforma en aliados de la vida misma, siendo este, el mismo sentido de la Vida.

 

Como enseñó el Apóstol, es desde nuestra debilidad que encontramos la confirmación de la gran necesidad que tenemos de Dios. Es el ver contenida tanta verdad en «vasijas de barro» lo que hace más viva y más grande la revelación, y la realidad del misterio de un Dios que nos promete la eternidad. Somos los hombres imperfectos amados por su perfecto creador.

 

Y la respuesta buena a ese amor, el sentido del don de la vida: Alabar y servir al creador, en el mandamiento del Amor. Así nuestro viaje fuera del tiempo es posible. Así nuestro viaje terminará en casa. «Una cosa pido al Señor, sólo eso busco: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida…Espera en el Señor, ten ánimo, sé fuerte, espera en el Señor..» Salmo 27, 4 -14